Julio Castro – La República Cultural
Tal vez echaba de menos ver un solo de Carmen Werner como el que abre este trabajo que, en estos días, ha presentado su compañía Provisional Danza. Por eso, o porque realmente se deja y se deshace en él, me parece que la apertura de Algún día es como una apertura ganadora.
En esta ocasión, la coreografía tradicionalmente acompañada de textos, se suple por un toque de espacio más teatral, aunque mudo, el público debe suplir en su mente las palabras de esas conversaciones, como en otras ocasiones debe construir el sentido de cada uno de los trabajos de conjunto de la coreógrafa madrileña y su compañía.
Presenciamos en esta ocasión un trabajo que, compuesto de acciones independientes y colectivas, logra el empaque de una secuencia de convivencias de nuestra vida cotidiana. Ahí podremos hallar cosas sencillas como el encuentro entre amigos y conocidos, pequeños detalles como poner a una mujer el abrigo por los hombros, o abrazarse. Pero también la preparación de un picnic al sol, que no sabemos dónde conduce, pero que es la rutina transformada en los cambios que en cada ocasión o en cada persona, hacen que el mismo suceso sea diferente.
De esta manera, iremos siguiendo la trayectoria de acciones repetidas que evolucionan, porque cada día no es igual ni cada persona es lo mismo, pero de repente todo parece estallar de movimiento, dando paso a un sentido más colectivo de la acción, casi siempre con alguien observando desde fuera, alguien que no es público, y que después debe asumir e interpretar su papel.
Y digo que el solo inicial me parece que marca el nivel de lo que vamos a disfrutar, como el momento compartido con Alejandro Morata, en un espacio de gran intensidad con movimientos compartidos, en los que Carmen parece pasar del contraste de la horizontalidad o la diagonal ante lo vertical de él, para convertirse en la mujer que está detrás, pegada a él, marcando o siguiendo los movimientos de sus manos.
Pero seguramente lo más potente de la pieza reside en ver cómo cada integrante de la compañía tendrá sus momentos principales y compartidos, sus pasos de encuentro y desencuentro con el resto, así como encontrarnos con que el conjunto de sucesos durante la coreografía pueden ser independientes a la vez que integran el conjunto. Y en medio de un picnic continuo que va moviendo Laura Marrero (que en este estreno ha sustituido a Sara Sanz que figuraba en el elenco) con sus constantes cambios de vestuario, un mantel al fondo con comida y utensilios que todo el mundo ignora, ocurren muchas cosas, incesantes cosas como Tatiana Chorot que tiende en el suelo el abrigo que le ha colocado Ricardo Santana, para yacer como muerta mientras todo el resto la ignora, o los encuentros entre Javier Sangrós y Alejandro Morata, como el solo de José Luis Sendarrubias marcando distancia en algunos momentos con el cuerpo de danza, nos dejan imágenes muy llamativas, marcadas de los habituales claroscuros en las últimas coreografías de Provisional Danza, que aquí parecen destacar algo más el oscuro que el claro.
Un trabajo hecho, bien cocinado y ligado, con la dificultad de no desequilibrar el trabajo de nadie en ningún momento.