Julio Castro – La República Cultural
Cada día se aprende algo nuevo de las palabras, y hasta hace poco desconocía que en algunos sitios se le llama babaol, todo depende de la zona geográfica en la que nos encontremos, en el caso de nuestra protagonista, el nombre es Amapola, pero esta niña intercambia su personaje con un caracol, así que podemos divertirnos con su juego de ser una niña con tienda de campaña a cuestas, una flor que gira y salta con el viento, o un bichito con cuernos y concha luminosa, que se mueve buscando por todo el escenario. Quizá este caracol que se mueve por el escenario, deje rastros de sus babas para convertirse en Babaol o sea, Amapola.
Cristina Gómez, y Enámbar Danza nos presentan un trabajo para todas las edades, en forma de coreografía, que además de lo imaginativo y divertido de su montaje, ofrece un proceso imaginativo, en el que pequeñas secuencias incluyen momentos que dejan al público atrapado en el encanto de su diseño de movimiento, o en lo llamativo de su acción. Pude ver a Cristina hace un tiempo en montajes de danza para adultos, con Espacio del sueño, y con Scorpio, tanto en una función propia, como en la muestra colectiva del Gracias X Favor 2012. Me parece que tiene una fuerza increíble, y una capacidad excelente para idear sus montajes de diferentes tamaños y, ahora puedo decir también, edades.
No necesita de una gran escenografía, apenas poco más que una tienda de campaña o, más bien, paravientos, con funciones múltiples: entre ellas será la casa del caracol, pero también el alojamiento de Amapola, o la manera de ceñirse un vestido a partir de la morada del pequeño animal. Así, encontramos similitudes entre lo que sirve a uno y a otro, a través del gesto y del movimiento. Por su parte, amapola, que lee estas historias en su libro, vuela como su imaginación por el escenario, girando con su vestido rojo, a modo de campana de pétalos. Todo el tiempo suenan versiones de la célebre Amapola, de José María Lacalle García (1860-1937), pero nuestra bailarina y coreógrafa, adapta a cada una de las situaciones y ritmos su danza, con guiños a un estilo más actual: hay que estar tan atent@s a los gestos y movimientos, como lo están l@s niñ@s, para seguir su historia a través del movimiento.
En esta incursión en el mundo de la danza-teatro para niñ@s, Cristina ha logrado hacer una construcción muy interesante, en la que cada momento es una pequeña historia, en la que incluye juegos con las luces, algún elemento sencillo e incluso proyección videográfica, en la que se mezcla con elementos que vuelan para simular su interacción con el movimiento de aquellos. El público más pequeño está muy atento a lo que ve, y se demuestra porque en algún momento, como las desapariciones de Amapola, responde llamándola incluso sin que se haya potenciado desde el escenario (si se hiciera entrarían con más fuerza).
Además de ofrecer el breve dosificado a su público, finaliza con unas secuencias de mayor intensidad, antes de hacer una recopilación de sus personajes, para que se recuerde quiénes han pasado por la pieza, y esto me parece una gran idea, para que se vayan a casa con la historia completa en su gran imaginación.