Julio Castro – La República Cultural
Un jardín zen, arena clara cuyas luces y color van cambiando con el tiempo, un árbol sucinto, que se irá poblando poco a poco, un enorme abanico… y Cucú, un pequeño huevo o una pequeña oruga que evoluciona y crece, pero también es el sujeto en desarrollo y la transformación que tod@s sabemos que va a sufrir pero que, como cualquier niñ@, incluso de mayores, supone un hecho sorprendente. Cucú interactúa con las actrices que, con vestidos tradicionales japoneses, y en su jardín zen, van narrando el paso del tiempo a lo largo del año, van proponiendo ideas que provocan el crecimiento de distintas imágenes en cada asistente.
Siempre me parece que mantener una línea creativa que marque estilo propio, es una de las cosas más complicadas que puede haber, sobre todo a la hora de mantener el interés y de ser innovador en cada propuesta. Esta parece ser una de las características de la compañía Escena Miriñaque, y así lo demuestran con su nuevo trabajo Cucú Haiku, un nuevo montaje de teatro familiar, en el que el rango de edad sigue siendo muy amplio, porque a partir de un año de edad, cualquier momento es válido para ir a verlo.
Las ideas de esta compañía, que dirige Blanca del Barrio, actriz, directora y dramaturga maestra en el teatro de lo gestual (y es que aprendió con el gran Marcel Marsau), cuentan siempre con encanto, pero su resultado no se queda en lo bonito, sino que siempre conduce mucho más allá. En este como en otros casos (Dulce de leche, y Los viajes de Petit , anteriores trabajos en formato familiar), profundizan a través de una historia aparentemente sencilla (digamos más bien, accesible para todas las edades), en los ciclos de la vida, por medio de lugares comunes para cualquier cultura. Ya sea en los ciclos del año, o en los del nacimiento y la muerte, su forma de encontrarse con el público más diminuto no limita la diversión para el resto de espectadores. Tanto es así, que padres, madres y demás parientes tienen la excusa de llevar a las criaturas para reírse ante ciertos momentos en que se verán reflejad@s, como cualquier padre o madre de cualquier edad. Pero, sobre todo, para disfrutar de la gran calidad y manera de hacer de este equipo de mujeres, que llevan más de una década creando estilo, y arte en su forma de transmitir tantas cosas.
Además de su jardín, contarán con diversos objetos que tienen relación con nuestra vida habitual, con la alimentación para crecer, pero también con el juego y el entorno. Contarán con un árbol en su jardín, en el que se producen evoluciones a lo largo del tiempo. En él, a modo de paño o de saco contenedor, va ocurriendo algo. Algo que han dejado las mariposas que dieron su vida para perpetuarla. Como digo, la compañía busca lugares comunes, de conexión, así que, por ejemplo, cuando llega el invierno la nieve da paso al final del año, es decir, no se centra en las tradiciones locales navideñas, sino que al igual que en el resto de trabajos hace referencia a cualquier cultura, a cualquier lugar. Sería poco lógico traer la imagen oriental para acabar volcándola en un localismo religioso, y sus trabajos, además de compromiso, tienen coherencia.
De nuevo, la compañía introduce entre el movimiento, algunas coreografías que se deslizan con sutileza en este ambiente de gesto oriental, poético, que a modo de tremenda síntesis es como un haiku. Juego de abanicos, flores, pero también videoproyecciones, como en anteriores trabajos, sirven para crear cierto ambiente y reconducir a los espectadores hacia momentos y ambientes que sobrevuelan el argumento. Pese a su colorido, el blanco y el rojo predominan para contrastar el intimismo de la historia frente a lo explosivo de algunas pequeñas acciones. Pero también hay numerosas secuencias que verbalizan la comunicación y atraen, como el juego del veo veo con colores y elementos cercanos (muy persistente y divertido para l@s más pequeñ@s). Pero también está el juego con las flores y su significado que nos lleva a un mundo más oriental
Por su parte, la construcción a través de unas breves escenas encadenadas, que son continuidad cada una de la siguiente, pero a su vez, una especie de microrelatos conectados, se facilita a l@s más jóvenes espectador@s que accedan directamente a la percepción de cada contenido. La habilidad para el montaje hace que el resto lo percibamos como un “todo”, mientras nuestra atención pasará de lo visual a los contenidos constantemente. No hay trabajo para nosotr@s en el teatro, cada niñ@ accede a su historia y conclusión, pero siempre es posible intercambiar ideas al final: además, creo que es recomendable, porque nos enriquecerá.
El estreno, al que pude asistir, tuvo lugar en la sala CASYC de Santander, contó con Esther Velategui y Eva Sanz en escena, con gran éxito de público, y llenos en ambos pases, pese al tamaño de la sala, así que, igual que sus otras producciones que están girando aún, seguro que podremos ver a la compañía por todas partes de nuestro país e, incluso, en el continente americano.