Julio Castro – La República Cultural
“Cinco dedos tiene mi mano…”, como una pequeña letanía de niñ@, la voz sugerente y suave (creo que de Antonio Sarrió) va tocando, como esos dedos que tocan los días, el movimiento, el pensamiento y el desarrollo debiera ser habitual en cualquier criatura, desde su aprendizaje hasta la relación con su entorno.
El director y dramaturgo responsable último de este montaje, ha querido crear un espacio de color intimista, en el que las protagonistas, dos bailarinas transformadas en niñas, van haciendo cuenta de lo que escuchan y relación de aquello que ven. Es un repaso de aprendizaje, a través del cual enseñan al público más pequeño y más grande, aquello que ocurre en su entorno inmediato y próximo.
De esta manera logran mostrarnos el juego aparejado a la inquietud de l@s niñ@s, por el deseo inmediato, pero también por el encuentro con otros, por la manera de compartir o de no compartir, por esos miedos irracionales que no se pueden convertir en normales, ni se pueden evitar, como la oscuridad, la noche, que son hermosas, pero producen temor.
Pero también están las cosas sencillas, como el camión de bomberos, el pato amarillo, la muñeca de largas piernas. O un juego con cintas alrededor de un árbol, que sirve para enredarse y desenredarse bailando entorno a él. La manera de mirar a papá y a mamá, o los pequeños animales que se iluminan en la noche y brillan para cuidarte mientras duermes.
Un dulce espectáculo de teatro danza, en el que se captura a niñ@s y mayores por medio del juego corporal, pero también de la voz y la narración fragmentada. Me parece que es bastante estimulante para las edades más iniciales entre el público y que es digno de conocer. En la parte dramática, creo que sería preferible prescindir un poco de la voz en off, que desaparece en los momentos iniciales del sueño, pero que puede espaciarse más en el resto del desarrollo. La descriptiva debe fluir desde la imaginación del espectador, aunque en determinados momentos les servirá de apoyo y guía.
En cuanto a la parte corporal, me alegra ver que junto a un director como Pablo Garnacho (al que hemos visto en trabajos para adultos como Un enemigo del pueblo, o Perros en Danza), que debuta en el teatro para niñ@s, hay una coreógrafa como Mar López (Elisewin, Tris Tras, Uno, o A 2 centímetros del suelo, con las compañías Nabeirarrúa Danza, y 10&10 Danza), que hace otro tanto arriesgándose en el mundo que más exige en la escena, y entre ambos logran hacer un buen tándem artístico. Y en este caso, creo que estaría bien que se reforzara y aprovechara más la parte de danza, porque en lo que he visto, generalmente el público más joven se identifica más con ella y conecta más con el movimiento que con el texto, sobre todo cuando no hablamos de trabajos activamente participativos. Hablamos de un estreno y, si en el normal rodaje logra profundizar (que lo hará), conectará muy bien con su público objetivo, invitando a explorar y compartir el mundo desde l@s niñ@s, o pensarlo de otra manera desde la mirada de sus mayores.