Julio Castro – La República Cultural
“Hay días en que me gusta pasear por la calle Preciados…”, prácticamente, así comienza el montaje creado y dirigido por Jesús Amate. En realidad, un efecto muy interesante logra en los primeros minutos insertarte en la escena, con un subidión en esos inicios en los que no conoces nada de lo que va a ocurrir, para rebotarte contra el suelo y recomenzar desde cero. La acción se irá transmitiendo al público en tramos, pausadamente, de manera que tendremos ocasión de conocer a los personajes.
Así, un juego de citas a ciegas, que posteriormente descubriremos de dónde procede, pasa por un secuestro de las dos protagonistas de esta historia. En este caso, la cuestión del thriller es descubrir la trama real, y las motivaciones de los hechos. Pero la auténtica historia se esconde a la vista, en las dos mujeres que encarnan dos momentos diferentes en la vida de cualquiera de ellas, de la mayor, cínica, aparentemente harta de la vida y “pasada de rosca”, o de la joven de 19 años, que se siente infeliz e incomprendida por todo el mundo al final de su adolescencia.
Si la primera trata de enseñar a la segunda riéndose de su existencia pusilánime, la otra le recuerda que ese ha sido también parte de su pasado: “A veces, para desaparecer no hay que cambiar de lugar… basta con cerrar los ojos”, dice Berta, el personaje de Mercedes del Castillo, y se lo dice más a su personaje que al resto, porque en su madurez se siente tan ignorada como Vero, el personaje de Esmeralda Fiol en su juventud.
Por cierto, una Mercedes del Castillo que creo que se sale completamente, absorbiendo todas las energías de esa Berta, que consigue llenar toda su existencia, liberando la ironía y amargura que pueda pasar por su alrededor, para concentrarla y dejarla salir poco a poco en el desarrollo de cada escena. Seguramente, el pasaje en el que dibuja con su copa, tratando de identificarse a sí misma (y de dibujarse a sí misma, aunque no veamos el retrato), de recordarse, de comprender cómo ha llegado ahí, seguramente, digo, es uno de los mejores instantes del proceso de este trabajo, porque descarga dotes de convicción sobre sí misma (como Berta, evidentemente), y hace un falso desnudo de quién es ante el público: “yo nací con la inteligencia de los humildes, pero con las posibilidades de los burgueses”. Pero el tiempo se acaba, y sólo una… “todos los demás deben morir”, se trata de una premisa en este juego psicológico, en el que hay mucho de ego que, en cierto momento, se transformará en una curiosa solidaridad “in extremis”.
En el diseño escénico, la idea de aprovechar el escenario para dividir en dos el espacio (frente y fondo), para montar espacios individuales más cercanos al público, y los momentos de acción y más oscuros en lugares más lejanos, me parece que logra diferenciar instantes, momentos y lugares, que viviremos en forma de flashbacks, facilitando así la comprensión de la historia. El punto principal de encuentro queda en un limbo entre ambas situaciones, y se ayuda de las iluminaciones para dividir.
Tal vez, en el plano contextual de la historia, nos encontramos ante una dicotomía en la que la mujer (ambas serían una misma) debe identificar el momento de su vida en el que se desarrolla, o bien evolucionar a lo largo de toda su vida, pero en esta ocasión, la necesidad de hacerlo proviene de un suceso violento y un elemento extraño, ajeno, que se encarna en el personaje de un barman casual (Sergio de las Heras), si bien el tema de la violencia sobre la mujer quedaría solapado, o evidenciado solamente de manera tangencial. Aquí salen a la luz los personajes de mujer maravillosa de cuento. Aquella Mary Poppins para la generación de Berta, que se traduce malamente en Superman para los más jóvenes: ninguno de los dos existe, ni es creíble.
En cuanto a las últimas escenas, aquellas de mayor acción, creo que cabe relajar en parte, acortándolas para lograr mantener una intensidad, que de otra manera no es fácilmente sostenible, en tanto que el momento puede ser comprendido fácilmente. En todo caso, la idea y el diseño me parecieron muy interesantes, al margen, insisto, del gran trabajo de Mercedes.