Ramami - La República Cultural
Ahora sé que los mitos son como las estadísticas, están para romperlos. ¿Quién dijo que los nórdicos son serios, fríos y distantes? Ahí están ellos, Friska Viljor, que más que nórdicos parecen andaluces y no precisamente por el acento. Son suecos pero parecen tener un pacto con la sonrisa, el buen rollo y la alegría. No en vano es uno de sus objetivos encima del escenario. Quieren, desean fervientemente, y quién no, que la gente sea feliz. Pero ellos hacen algo para que así sea. Sus letras, como su historia personal, surgen habitualmente de alguna relación mal gestionada y con un final no precisamente feliz, pero se enfrentan a ella con la ironía, con la gracia y por supuesto con optimismo.
Joakim Sveningsson y Daniel Johansson pertenecían a grupos heavy enfrentados, Schizophrenia y Claustrophobia, pero un día el desamor se convierte en el punto de inflexión de dos corazones rotos. De rivales musicales en otras épocas, pasan a ser hermanos emocionalmente heridos y qué mejor que curar las heridas, no sólo con alcohol, sino con humor y buena música.
Sus canciones incitan a la alegría, al contento, a la fiesta, la diversión, la bulla, la travesura… una propuesta positiva a cualquier tipo de crisis. Lo importante es estar bien y a base de ritmos motivadores, melodías entusiastas, estribillos pegadizos, himnos que se corean solos, es casi imposible no poner en movimiento cualquier extremidad de tu cuerpo, pero principalmente los músculos que más ejercitarás al oírles es el de la sonrisa. Es escucharles y seguro que sonríes, seguro que te alegran, seguro, segurísimo que te pones content@.
El concierto lo inician a lo grande, sin anestesia, a las bravas, con Stalker, una de sus mejores canciones de su excelente último disco, Remember Our Name (y ya van cinco excelencias). Cualquier otro grupo la hubiera dejado para las últimas o incluso para los bises, pero ellos “van sobrados” de buenas canciones y de paso practican la excelente fórmula de meterse al público en el bolsillo desde los primeros compases. A esta maravilla le siguieron, casi de forma consecutiva, solo tres más de su último trabajo (Bite Your Head Off, Did You Ever y Easy Is Hard) entre las que colaron What You Gonna Do, de su anterior disco. De un plumazo dejaban claro que no era exclusivamente la presentación de Remember Our Name, sino que iba a ser un concierto global, un recorrido por toda su ya más que dilatada discografía. Una selección muy lograda, por otra parte, de diecisiete refrescantes canciones, donde no podían faltar Gold, Puppet Cabaret, The Cure, Larionov y por supuesto On and On. Los temas se encadenan unos tras otros a una velocidad vertiginosa, casi sin respiro, no tienen tiempo ni de saludar a los madrilians, como intencionada y graciosamente le dio a Joakim por llamar a los madrileños. Se dejaron en el tintero unas cuantas, pero lógicamente el tiempo no daba para más.
El concierto parecía denotar un recorrido retrospectivo, ¿nostalgia? ¡¡Uhmmm!! Encaminaron sus pasos yendo hacia atrás en el tiempo. Empezaron por temas actuales para acabar recreándose en su primer trabajo. El colofón de su primer bis se lo reservaron a Oh Oh. Shotgun Sister tuvo el privilegio de cerrar una noche magnífica, consiguiendo silenciar totalmente la sala. Y aunque en Madrid no se bajaron del escenario como en Barcelona, la sala es tan acogedora y transmite tal cercanía, que en todo momento los sentimos entre nosotros.
No descubrimos nada nuevo si decimos que Daniel Johansson and Joakim Sveningsson son Friska Viljor, pero para ser realmente justos no podemos olvidar al resto de la banda, la potencia de Henrik Reinert, la agradable sonrisa de Emil Nilsson, la energía y vitalidad de Thobias Laser Eidevald que no para de bailar y de cruzar el escenario de lado a lado en todo momento. Son suecos, porque son rubios, porque tienen unos apellidos que los delatan, porque son altos, muy altos, altísimos, pero por la energía vital que desbordan, su alegría, cercanía y sociabilidad muy bien podrían pasar por mediterráneos.
Su fama de juerguistas les persigue y no sin razón. Después del “pedazo de concierto” que se marcaron aún tuvieron energías y ganas para desplazarse hasta Fotomatón Bar y deleitarnos haciendo de DJs improvisados, enseñándonos las entrañas musicales de sus móviles. Cerraron el bar y la noche continuó, pero eso ya es otra historia.
Acaban de dejar otra vez su impronta en España. Lástima que sólo Barcelona y Madrid hayan podido disfrutar de su euforia, con lo falto y necesitado que está este país de pasar buenos ratos.
Gracias Friska Viljor, ¡hasta la próxima!