Julio Castro – La República Cultural
Hace un tiempo, Vicky Peinado me comentó que Trulitava tenía intención de llevar a cabo un nuevo montaje teatral, basado en el Marx en el Soho de Howard Zinn, pero adaptado mediante una dramaturgia escrita por Benjamín Jiménez, para que en esta ocasión, Marx tuviera ocasión de aparecerse en el barrio de Lavapiés. Fue un buen aliciente para leerme la obra de Zinn, y poder saber por dónde llegarían los tiros.
La realidad, tras asistir al estreno, es que además de realizar un gran trabajo, han logrado darle otro aire a la obra original, aportarle la vida que se precisaba, subrayarle parte del humor que ya tenía y hacerlo más nuestro. Y es que nuestro Marx, regresado de no sabemos muy bien qué otra realidad, se aparece en forma de bella mujer de larga melena, en este caso Beatriz Llorente, y no contentos con eso, se trae a su hija Eleanor, su favorita, o Tussy, como la llamaban en familia, de manera que logran resaltar el carácter más revolucionario de la chica desde la infancia, desde los ocho años, y en este caso le toca el turno a Nora Gehrig, de enfrentar el carácter del padre, contemporizando con sus ideas, aunque en el fondo piensa que algo de burgués sí había en él.
El tercero en discordia es Bakunin, con Francisco Valero en la palestra, que tratará de incordiar y entrometerse a cada instante, aunque, tal y como le cataloga el protagonista, es bastante burro para comprender las teorías que expone. Pero en todas partes cuecen habas, y algún remojón que otro se llevará nuestra Karl Marx de su parte.
En fin, un nuevo recorrido que nos brinda la compañía Turlitava, con el espíritu de sus orígenes hace un par de años en aquella tienda de ultramarinos, en su pueblo y aquella memoria de los muertos, de los vivos, de los suyos, pero ahora el humor está más presente, y el realismo abandona la nostalgia para entregarse a los problemas reales, a tratar de comprender dónde estaba el marxismo que debimos proclamar desde Marx (que él, como dice, no es marxista, ni marxiano), y cómo nos ponemos a andar por cambiar el presente, por eliminar los errores y llegar a ese comunismo que el autor proclamaba.
La propuesta es buena. Mejor que buena. Las dos actrices son fuertes y peleonas, y de nuevo Nora se nos deja la vida en un monólogo, más poético y más motivador hacia la lucha, pero igualmente bien dicho como en Desperfectos. Desde Sarajevo arranca su arenga/reflexión: “el hambre se va con la sangre, pero hubiéramos preferido pan a vuestros morteros”. Aquí están presentes los desaparecidos, la lucha, Chile: Allende y sus alamedas, los jesuitas asesinados en la UCA de El Salvador, y sí, “la historia es nuestra y la hacen los pueblos”.
Y Beatriz, como en (In)sumisos impone la energía a través su voz, y a veces de sus gestos (uno espera que barra los trastos de la mesa de un manotazo en un arranque, ¡y casi lo hace!). Así que a Francisco no le queda otro remedio que el de pelear por su espacio, de modo que, sea intencionado o no, su Bakunin tiene que esforzase en el papel y en su interpretación a cada momento.
Me parece muy interesante que se haya limado algo que me chirriaba de principio a fin en el original de Zinn, y es los referentes a la religión, el intento de justificar un dios y sus secuelas, y de tergiversar la expresión de “opio del pueblo”, y sin embargo echo de menos un peso mayor hacia el momento de nuestra historia más intenso y liberador, como es la Comuna de París. Así como también me sobra cierta condescendencia con Bakunin en detrimento del propio Marx, pero en este punto, cada cual tiene su propia visión, porque quizá de haber visto en pie la obra de Zinn, no opinaría lo mismo. La idea es muy buena, y creo que el trabajo de dirección (que seguramente tenga aún cosas que decir y aumentar), nos deja un resultado excelente, habida cuenta de la dificultad del formato de la propuesta (y no ahondo en detalles, para mayor disfrute del público).
Pero como se ha querido resaltar la faceta de la mujer en la lucha (esto ya no es secreto), sí hay que decir que el juego al que se presta entre padre e hija, en este caso, nos brinda la posibilidad de juegos más divertidos, y una connotación de la intimidad que se da entre madre e hija, pero no con el padre, aunque no llega a perder esta última en su personaje. Por otra parte, nuestro Marx se ve obligado a aceptar las propuestas de su querida Jenny, su mujer, que abogaba por la liberación de las mujeres ya en aquella época.
Y detalles aparte, hay que dejar claro que estamos ante un texto propositivo, pero también reflexivo, porque exponen someramente la visión de luchas y errores, apenas un resumen de la historia, pero sí una aproximación a la situación actual, y el resto de lo que haya que hacer, tendrá que venir de nosotr@s, eso queda claro.
Una vez más, un trabajo diferente, original, con investigación del espacio, de los personajes y de las propias posibilidades a la hora de llevarlo a cabo, de manera que: aprovechen, que estos días, Marx y su gente estará disponible en Lavapiés durante una hora, aproximadamente. No dedica libros.