Ramami - La República Cultural
Jairo Zavala sale al escenario de golpe, sin avisar, tan sigiloso, que más de uno pensó que era un técnico dispuesto a dar el último arreglo al escenario para que todo estuviese en perfecto estado. Pero no. El escenario estaba más que a punto. Sus inconfundibles patillas, extensión de su tupido y enrejado pelo, lo delatan. Sus verdes ojazos no nos engañan y nos lo chivan. Quien saltaba al escenario era él, al que todos estábamos ansiosamente esperando. Sale con camisa y pantalón vaqueros, ambos de color azul, zapatos marrones y nada más que le adorne que su majestuosa e incisiva mirada. Unos tímidos aplausos de los más avispados, le dan la bienvenida, hasta que el de al lado se da cuenta de porqué aplauden y la ovación se hace general. Cual solitario cantautor, coge su guitarra, se acerca al micro y anuncia: “una canción pequeñita”. De cómo empezamos, comienza a sonar. No puede haber mejor elección para “empezar” el concierto. El susurro de sus primeras notas silencia el local. La atención está captada. El público… conquistado.
El precalentamiento, y muy bueno por cierto, había corrido a cargo de dos bandas. Por un lado Olivenza, dúo portugués formado por Raúl Marques y Cira Fernández, y por otro, Pez Mago, banda liderada por Lucas Álvarez. De estas dos formaciones se entresacan los músicos que después se integran junto a Jairo Zavala para completar Depedro.
Es la presentación en Madrid de su tercer trabajo como Depedro, La increíble historia de un hombre bueno, un llamamiento a los valores perdidos y cuyas consecuencias está sufriendo esta sociedad. Ahora que están tan de moda los musicales que nos cuentan una historia novelada a base de seleccionar un rosario de canciones del artista o grupo en cuestión, Jairo Zavala hace su selección a base de resaltar los sueños, las ganas y el deseo de vivir de cualquier ser humano pero reivindicando una vida digna, en la que el amor, el compromiso, la lucha, el esfuerzo, los miedos, las dudas, el trabajo, las relaciones personales, en definitiva, los valores de la vida cotidiana deben ser el objetivo principal que nos haga encontrar ese norte ahora perdido. Son las “cosas pequeñitas” las que hacen de nuestra experiencia vital la razón de estar aquí. Por eso no podían faltar canciones como ¿Qué habéis hecho?, Hombre bueno, Nubes de papel, De repente, Equivocado, Eternamente, Llorona…quizás eché en falta Levanta (su inicio me suena cada vez que recibo un sms en mi móvil) o alguna más fronteriza que recordase su afinidad con Caléxico como What goes on o Two parts in one, pero tras una selección de 20 canciones, qué se podía esperar, es lógico que echemos en falta más de una. ¡Mejor! así mantenemos las ganas de asistir a sus próximos conciertos con la esperanza de poder oírselas.
Lejos de parecer solo un concierto comprometido con la vida, el concierto es muy dinámico, los ritmos van “in crescendo” y los componentes no paran de reemplazarse en sus respectivos compromisos instrumentales, especialmente entre Raúl Marques (Olivenza) y Lucas Álvarez (Pez Mago), que pasan de tocar uno la guitarra y el otro el teclado para en la siguiente canción permutarse las posiciones. Tal es la versatilidad de estos músicos que Jairo se apunta al juego abandonando la guitarra en Ella sabía para interpretarla desde el teclado.
El colorido musical del concierto es notorio. La variedad de instrumentos que desfilan por sus manos es de lo más efectista. Batería, trompeta, melódica, xilófonos, acordeón, guitarras, contrabajo, teclados…sus voces, todo un ejército instrumental al servicio del buen gusto y de la buena música. Sin embargo, al magnífico sonido y acústica que oferta la sala no tiene la gracia de acompañarle la iluminación que en ocasiones, más de las esperadas, dejaba fuera de foco todo aquello que no estuviera dentro de la órbita de Jairo Zavala.
El público, entregado desde el primer momento, se enaltecía sólo con oír los primeros acordes de cada canción y por supuesto estaba dispuesto a corear las letras de cada una de las canciones. Tan entusiasmado se mostraba y tan entregado que en Te sigo soñando el propio Jairo intentó frenar el ímpetu del público cuando se adelantó en el inicio de la letra, pero no lo consiguió. Tuvo que ser él mismo el que supo amoldarse a las circunstancias y unirse al vehemente coro que allí se estaba espontáneamente manifestando.
Curiosamente la ovación más sonora de la noche se la llevó la primera versión del bis, Miguelito, que emulando al inicio del concierto interpretó él sólo arropado por su guitarra. El público enmudeció durante su interpretación y dejó que la voz de Jairo humedeciera sus oídos embaucando todos nuestros sentidos. Un momento emotivo y especial, capaz de llegar a cualquier tipo de sensibilidad.
Él no es de hablar, al menos eso es lo que nos dice desde lo alto. Es más de tocar y por eso no se prodiga delante del micro, aún así sabe tocar muy bien, no solo los instrumentos, sino al personal y no se olvidó de manifestar lo agradable que era volver a Madrid y más estando tan cerquita de Malasaña. Ahora le quedan otros territorios por conquistar, otros corazones, otras conciencias, un largo recorrido para su nueva gira en la que a buen seguro contará sus actuaciones por victorias.