Marta Fernández - La República Cultural
El teatro Joy Eslava, con su bola de espejos, es el mejor escenario que el grupo de origen mallorquín podría haber elegido para presentar en Madrid su último disco, Dualize. Como si nos hubiésemos transportado en el tiempo y el espacio a un baile de primavera de un instituto norteamericano, el escenario se convirtió en un pedestal en el que se ubicaban los reyes del festival y la sala se transformó en una auténtica pista de baile. El público superaba la treintena en su mayoría y sin embargo, se entregaron como sólo un adolescente a punto de comerse el mundo sabe hacerlo.
Aunque el concierto formaba parte de una gira promocional, el repertorio de la noche incluyó temas icónicos del grupo que, lejos de dar un espectáculo correcto y publicitario, se dedicó exclusivamente a deleitar a los presentes y complacer hasta el éxtasis a sus fans. Algunos de los temas más vitoreados de la noche (realmente no hubiese sido necesaria la presencia del líder y vocalista del grupo, Luis Albert, en algunos momentos) fueron Rebel, Mirrorball, Crystal Clear, Over and Over u Older.
Se trató de la tercera parada de una serie de conciertos que comenzó en su tierra natal y que terminará en Aranda de Duero a propósito del Sonorama, con visitas obligadas al BBK o el Santander Music Festival, entre otros.
L.A. no permitió que la fiesta decayese ni un instante y dio una clase magistral de entrega respondiendo a las peticiones del público. El líder de la banda se marcó un solo acústico inundando el escenario con su sola magnética presencia y dejando solo en silencio a los presentes para que se nos quedase a todos la boca abierta o, si acaso, para coger un poco de aire y responder a cada una de las peticiones que el guitarrista Pep Mulet nos dedicó, bien para dar palmas o acompañar los coros. El bajo, Ángel Cubero, y el batería, Dimas Frías, aderezaron la noche y exprimieron lo mejor del sonido indie-pop de la banda emanando chorros de luz y entusiasmo que competían con los mismos focos de la sala, por otra parte, muy acertada en la iluminación del espectáculo.
A juzgar por la reacción de los asistentes, L.A. ya conoce las mieles del éxito, pero todo parece apuntar a que no están sino saboreando el comienzo de una carrera meteórica. No tardará en llegar el día en el que ocupen su lugar por derecho propio en el exclusivo olimpo de formaciones españolas que han conseguido que en el país del doblaje por excelencia, se tarareen estribillos como “start is something I can´t change”.
El concierto fue generoso hasta en los bises, pero aún así, consiguieron que el respetable abandonase la sala con el deseo de que la noche no terminase nunca. Como si de una fiesta de fin de curso se tratase, aquel no fue el evento de una banda de cuatro integrantes, sino el resultado de la energía procedente de los cientos que colgamos el cartel de agotadas, de una marea que hubiese deseado que por una noche, L.A. se hubiese equivocado al afirmar “you can´t stop the clocks forever”.