Menú
laRepúblicaCultural.es - Revista Digital
Inicio
LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital
Síguenos
Hoy es Martes 19 de marzo de 2024
Números:
ISSN 2174 - 4092

Ramón Palomar: “me siento a gusto en este género negro, cañí y canalla” - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

“Los personajes se mueven a su aire porque, como se dice en el libro, ’la poli sólo decomisa un 8% de lo que circula por ahí’. Las historias que me nutrieron eran tan potentes, o eso me parecía, que me pareció que los maderos o los investigadores sobraban. ¿Para qué? Y luego, quizá, en que huye de lo políticamente correcto sin renunciar a unas descripciones cuidadas donde la prosa no sea de redacción escolar para facilitar su lectura. Pero tampoco sé yo si lo he logrado, el veredicto corresponde al lector, eso lo tengo claro"

Ramón Palomar: “me siento a gusto en este género negro, cañí y canalla

Entrevista al autor de la novela Sesenta kilos

Ramón Palomar
Ampliar imagen

Ramón Palomar

Foto: Damián Torres. Cortesía del escritor.

Ramón Palomar
Ampliar imagen
Ramón Palomar

Foto: Damián Torres. Cortesía del escritor.

Click en las imágenes para ampliar

Sergio Torrijos – La República Cultural

Hoy traemos a colación a Ramón Palomar, autor de la poderosa novela Sesenta kilos que ya reseñamos y alabamos en su justa medida.

Ramón nos acerca a otro tipo de literatura que surge en las tripas y que se extiende como una mancha negra por lo más oscuro de nuestra sociedad. El escritor nos merece mucha curiosidad, no es un autor al uso, es algo diferente y no sólo lo demuestra en su labor sino también en sus opiniones.

Disfruten la entrevista.

Es tú primera novela ¿por qué arriesgar tanto?

No tenía, ni creo que tenga conciencia de arriesgar. Supongo que escribí la novela que me gustaría encontrar como lector, que se dice en estos casos. Como escribía para divertirme y matar el rato, tras romper con una novia, decidí no cortarme ni un pelo; esto es, ni pensar en los lectores ni en el mercado. Fui honrado y, acaso arriesgado, porque me dije lo de “bueno, como esto no irá a ninguna parte, pues de perdidos al río y que me quiten lo bailao”.

Además, si escribes tu primera novela con la intención de no herir sentimientos y de complacer a todos, pues mal vamos. Para escribir, creo, se necesita haber leído mucho y luego ponerle las entrañas, de lo contrario optas por los productos prefabricados y entonces es más de lo mismo, y eso no me resulta divertido. El reto en Sesenta kilos era que la gente le tomase cariño a una pandilla de forajidos muy violentos y perdedores que se ven envueltos en un vertiginoso carrusel. El reto en Sesenta Kilos era agarrar al lector por la solapa desde el minuto uno y que ya no abandonase las páginas.

Háblanos un poco de Ramón Palomar

Nací en Francia, a los nueve meses de vida vinimos a Valencia, y cuando cumplí cuatro años nos largamos a Tánger. Regresamos a Valencia cuando cumplí once. Vengo de una familia de clase media muy ilustrada, siempre hubo mucha literatura en casa porque mi padre era catedrático de francés. Sin embargo, ya no recuerdo si fue en el año setenta o el setenta y tres, cuando tenía pocos años, vi el concierto ese de Elvis “desde Hawai para el mundo”, y me quedé pasmado con ese gordinflas patilludo. Quiero decir que soy un turmix de literatura clásica francesa y española y rock.

Como en casa, cuando Navidad, en vez de villancicos ponían el gospel de Mahalia Jackson, también he cultivado mi oreja con Miles Davis y Charlie Parker. Soy una mezcla un tanto extraña, libre de prejuicios y nada sectario. He trabajado en Canal Nou (hace tiempo, eh) y varias radios. Publico una columna diaria en el periódico de Valencia Las Provincias (no la busques en Internet, hay que pagar). Sigo soltero y mi actual novia es dentista, lo cual es un chollo que recomiendo porque te ahorras una pasta cuando las muelas del juicio te devastan. Sigo leyendo un par de horitas al día para entretenerme. Desde que prohibieron fumar salgo poco, he optado por las copas en casa propia de amigos.

¿Qué influencias tienes?

Muchas… Desde Stendhal y Paul Léautaud hasta Baroja y Valle. También Louis Ferdinand Céline y Josep Pla. Me parece que Meridiano de sangre es una de las mejores novelas de los últimos cincuenta años (sin embargo La carretera me parece un petardo, hablamos de Cormac MacCarthy, preciso). James Ellroy me encanta. Y Jim Thompson, y W.R. Burnett, y Chandler, y Hammet, y Chester Himes, y José Giovanni, y Charles Williams, y El poder del perro me parece monumental. Ford, Buñuel, Peckinpah y Wilder me flipan. Y El teniente corrupto de Abel Ferrara me perturba una barbaridad. Y Sergio Leone, claro. Y el “cine polar” francés de Jean Pierre Melville me encanta y me emociona, aunque también Jacques Audiard y su tremenda Un profeta. Vi con catorce años Blade Runner y me sigue fascinando aunque la he visionado unas 37 veces…

¿Qué influencias se reflejan en la novela?

Es difícil que uno mismo hable de las influencias de su novela. Ojala todas las “pelis” y los libros que me he tragado me hayan influenciado para bien. Quizá, por elegir a uno cuyo sublime punto macarra nunca se comprendió, digamos que Sergio Leone. Se arriesgó siempre, véase sus primeras incursiones en Almería, su Hasta que llegó su hora o esa obra maestra que es Érase una vez en América. Y el Peckinpah de Grupo salvaje… ¿qué puedo decir? Pura poesía, amigos.

¿Cómo surgió la idea de Sesenta kilos?

Por asuntos periodísticos, estuve cinco minutos en un “pisucho” alquilado donde Charli, uno de los “protas” de la novela, vigilaba 80 kilos de coca hasta que trasladasen ese material. Aquello me pareció que no se debía desaprovechar. Vi como se metía rayas mediante el proceso que llamo en la novela “el reloj de arena”. Luego, por razones de verosimilitud, puse 60 kilos en la novela porque mis fuentes de información me dijeron que en las maletas grandes “troley” cabe un máximo de 30 kilos de coca en cada una.

Los personajes de la novela son sumamente reales, ¿qué porcentaje hay de ficción y cual de realidad?

Casi todos los personajes que aparecen existen. Decía Josep Pla que hay dos tipos de literatura, la de observación y la de imaginación. Lo mío es observar. El 40% o 50% es real, el resto está ficcionado. Y, desde luego, todo está novelado. La realidad era demasiado cómica, demasiado Mortadelo y Filemón. Esto me asombró mucho. Se lo tomaban todo a risa, incluidas las palizas y otros arrebatos violentos.

En la novela pones mucho de carácter personal ¿reflejas muchas vivencias?

¿Muchas vivencias? Hombre, uno, de joven, salió bastante por la noche. Yo he visto en el “after hours” que describo a un motero (era amigo) entrar a las nueve de la mañana y quemar rueda en mitad del local, provocando así un jolgorio inenarrable entre la parroquia. También he conocido, por mi profesión, mercenarios, “puticlubs”, golfos, etc. Eso esperaba reflejarlo lo más real posible en la novela.

Durante muchos años fui acumulando vivencias y siempre me decía: “Humm… esto lo usaré algún día”. Ese día llegó cuando empecé a escribir Sesenta Kilos. Hay gente que escribe de oídas, consultando sólo Internet. Me parece una estafa total porque además lo escriben todo sin talento, con lo cual sale basura. Bukowski forjaba memorables páginas de borracheras y resacas porque conocía el percal, quiero decir.

Novela de criminales ¿qué futuro crees que tiene?

Espero que la novela criminal tenga futuro porque aspiro a vivir de esto. De momento el lector está más a favor de la novela tradicional de un asesinato en el primer capítulo y que luego lo resuelva el investigador de turno como si fuese un puzzle. Pero creo que esto cambiará, que ya está cambiando. Rezo por ello, vamos, para que voy a mentir.

A mí me interesaba componer un fresco protagonizado por tipos descarriados que buscan luz en medio de la tormenta. Me interesan los malotes que son capaces de proyectar detalles que muestran un punto noble. Los personajes de Sesenta Kilos quieren prosperar, algo muy humano. Se enamoran, sufren, beben, follan, esnifan, muerden, matan, mueren… Vamos, la vida misma…

¿Qué crees que la diferencia con el resto de novelas de género negro?

Quizá en que no hay investigación policial. No hay polis (bueno, salvo una anecdótica aparición). Los personajes se mueven a su aire porque, como se dice en el libro, “la poli sólo decomisa un 8% de lo que circula por ahí”.

Las historias que me nutrieron eran tan potentes, o eso me parecía, que me pareció que los maderos o los investigadores sobraban. ¿Para qué? Y luego, quizá, en que huye de lo políticamente correcto sin renunciar a unas descripciones cuidadas donde la prosa no sea de redacción escolar para facilitar su lectura. Pero tampoco sé yo si lo he logrado, el veredicto corresponde al lector, eso lo tengo claro.

Literatura de trinchera ¿crees en esa definición?

No soy muy amigo de las etiquetas. Creo en la buena o mala literatura más allá del género. Lo que pasa es que la palabra “trinchera” me encanta, es muy sonora. La buena literatura, creo, tiene algo de estar en la trinchera y ejercer de francotirador.

¿Qué proyectos tienes de cara al futuro? ¿Seguirás con este tipo de novelas?

Espero seguir con este tipo de novelas. Permite hundir las raíces en la actualidad y deja que los demonios afloren. De hecho ya he empezado con la segunda y me siento a gusto en este género negro, cañí y canalla. La otra tarde, acabé un capitulo que me gustó mucho y me dije: “Tío, con la infancia tan feliz que tuviste en Tánger, ¿de dónde te salen esas escenas tan malvadas?” Esto me está empezando a obsesionar… ¿Qué rincones oscuros reptan en mi sesera? Si yo no me he pegado jamás con nadie, ni en el parvulario…

¿Cómo conseguiste engañar a los editores?

La verdad es que topé con gente muy leída e inteligente en Grijalbo. Muy, muy leída. Con ellos me tiro horas hablando de literatura. Conectamos enseguida y les gustó mucho el presunto punto original de Sesenta Kilos. A la primera. Por eso la compraron. Cuando pregunté me dijeron: “Es que no va a ser todo lo mismo, ¿no?” Me pareció genial ese planteamiento porque indicaba pasión literaria. No hubo ningún problema y fue un flechazo.

Aunque esto es una industria, no lo olvidemos, y hay que vender, y en esas estamos… Por si acaso, les he advertido también que, si no me publican la segunda (falta más de un año), soy capaz de quemarme a lo bonzo en la puerta de sus oficinas. Me han acostumbrado demasiado bien y necesito seguir con ellos. Veremos. Espero que sí, acaban de ordenar la tercera edición y la hemos vendido a Francia. Poco a poco…

DATOS RELACIONADOS

Ramón Palomar nació en Nancy (Francia), hijo de padres valencianos. Vivió en Tánger, donde cursó la enseñanza primaria en un colegio francés y, posteriormente, pasó a residir en Valencia, donde estudió el bachillerato.

Inició la carrera de Filología Románica aunque, por caprichos del destino, terminó dedicándose al periodismo como conductor de uno de los programas matinales de radio más seguidos en Valencia y colaborando en el periódico Las Provincias con una columna diaria.

Ha publicado dos recopilaciones de sus artículos (El ojo y la bala -1995- y Carne, cielo y chatarra -2010-) y el dietario Tu mentira es mi verdad (2008).

Sesenta kilos es su primera novela, que ya va por su tercera edición y de la cual se han vendido los derechos de traducción a lengua francesa.

Para más información, puede consultarse su web: www.ramonpalomar.es

Alojados en NODO50.org
Licencia de Creative Commons