Julio Castro – La República Cultural
Lorena está inquieta, porque aguarda una videoconferencia que no llega. No sabe cómo vestirse para la ocasión, o cómo recibir a su cita… casi todo son dudas en su vida, aunque alternativamente, de la apariencia que todo es firme: de seguridad. Y de seguridad estamos hablando, porque estamos en un bunker.
Y también estamos ante un texto de Antonio Zancada, al que se le puede sacar un gran partido, porque el personaje Beatriz Ortega afronta su momento inmediato en escena ante un público al que parece también enfrentarse, pero en su discurso contemplamos entreveradas las decisiones y problemas personales, y las decisiones y problemas de todo un globo terrestre.
Así, el autor (Antonio Zancada), la actriz (Beatriz Ortega) y el director (Quino Falero), juegan con el público a introducir en el tono de comedia un discurso serio, en lo íntimo lo laboral, y en la firmeza la indecisión, girando entorno a un punto concreto que es el momento actual y la persona, la que decide, la que no necesita recibir órdenes, pero está dispuesta a asumirlas.
Creo que además de un texto muy interesante y divertido, tenemos a una actriz que demuestra una gran facilidad en la exposición, un manejo de la situación muy bueno que, cuando se vaya asentando tras el estreno, dará paso a momentos de mayor fuerza y profundidad en su discurso y, por supuesto, de más comicidad en otros momentos. Es la lucha entre la reflexión seria y coherente, y el clown que surge de su interior, el que lleva también a analizar otras situaciones posibles en el texto, que sugieren una clara rebelión contra las opresiones: las de ella como mujer, que son las más cercanas; las de una civilización bajo el peso de malos políticos y malos científicos. Pero también asoma la debilidad de quienes se creen más preparados que el resto, como jueces y parte de todo, o la banalidad de oponer el Vogue a una revista de publicaciones científicas… Lorena, en un cargo de decisión vital para la humanidad, ante la archiconocida científica Julie Bradford (que, por cierto, en la realidad, la nuestra, es una doctora dedicada a la cosmética, supongo, otro de los golpes de efecto del autor). Es un texto de extremos, pero también es un texto para divertirse con las paradojas de este absurdo mundo.
Parece que es la primera vez que Antonio Zancada no dirige un texto propio, y seguramente sea una manera de verse uno mismo desde fuera: cuestión que va muy acorde con el contenido del propio argumento que dirige Quino Falero.
Escenografía mínima, texto ágil, pocos recursos complementarios, porque aquí no se precisa más. Y entre las firmes dudas de nuestra protagonista, que aguarda un dios que guíe su dedo: “yo, atea de toda la vida, lo que dios me imponga me importa un bledo”. Habrá que ir hasta el final para descubrir quién decide.