Eliane Hernández - La República Cultural
El conde Drácula es un ser tan mortífero como fascinante, capaz de hacer que cambie el tiempo, de transformarse en animal o en niebla, y de seducir a cualquiera con su hipnótica voz. Y aunque está claro que su creador, el escritor Bram Stoker, no inventó a los vampiros ni inició su leyenda, su personaje se ha convertido, sin lugar a dudas, en el principal referente a la hora de hablar de los no muertos.
Por eso, en los tiempos que corren, en los que el mito del vampiro se ha ido degradando hasta convertirse en un adolescente ñoño, “vegetariano”, y sin mayores problemas para caminar bajo la luz del sol, es de agradecer que La casa del Lector rinda homenaje a Bram Stoker, cien años después de su muerte, con una exposición dedicada al escritor y a su personaje más famoso.
Paneles con fondo rojo y letras en negro muestran citas de los protagonistas de la novela, imágenes de vampiros y de las múltiples reproducciones del conde, así como textos que nos ayudan a conocer las influencias literarias y artísticas que marcaron a Bram Stoker, su vida y su obra. Terminando con las nuevas historias que cineastas e ilustradores han creado en torno al personaje de Drácula.
Junto con las primeras páginas del texto original y primeras ediciones de la novela, pueden contemplarse los libros que sirvieron para documentarse al escritor irlandés para su obra más famosa. Como el que trata sobre Valaquia y Moldavia, en el que encontró una nota a pie de página reseñando que Drácula significaba diablo en la lengua nativa de Valaquia, y que le llevo a tomar ese nombre para su inmortal bebedor de sangre, o Superstition and force, escrito por Henry C. Lea, y que habla, entre otras cosas, sobre las técnicas de tortura en la Edad Media.
En lo que a imágenes se refiere, en la muestra los vampiros aparecen, por ejemplo, en uno de Los desastres de la guerra de Goya, Las resultas, donde se ve cómo una bandada de grandes murciélagos se alimenta de un hombre muerto. O en una obra de Edvard Münch en la que el expresionista noruego retrató a una vampira cobijando el dolor en su regazo. Por lo que resulta curioso descubrir que fue el cine el encargado de poner rostro por primera vez al monstruo de Stoker.
Desde Nosferatu en 1922 hasta el Drácula de Coppola en 1992, pasando por el aristocrático y repeinado Bela Lugosi o la versión española del mito, el cine se ha encargado de mantener vivo al conde transilvano. Y por ello, una parte importante de la exposición está dedicada a carteles y escenas de las películas que el más famoso de todos los no muertos ha protagonizado a lo largo de los años. Terminando con los cómics que también han crecido a la sombra de este vampiro, desde Vampirella hasta las aportaciones de ilustradores actuales como Ana Juan, Fernando Vicente, Miguel Ángel Martín o Toño Benavides.