Julio Castro – La República Cultural
La voz de la gran Chavela nos recibe en los asientos de la sala mientras nos acomodamos, pero, aunque parezca curioso, es un fragmento de las Mujeres de Silvio Rodríguez lo que avanza la puesta en escena que nos van a recitar estas cinco actrices y músicas a lo largo de los sesenta minutos de su propuesta. Ya me lo aclara luego Lucía Esteso, porque han elegido casi únicamente textos y canciones de mujeres, pero en algunos casos, se incluyen a algunos autores, y es que realmente merecen la pena.
Porque la selección que han hecho, va a la par con una bien argumentada puesta en escena, con unas voces que se liberan al viento antes que al público, unas voces de mujeres que no tratan de liberarse, sino que son libres de las ataduras de uno u otro formato. Y es que no estamos en un recital poético, ni ante una lectura dramatizada: aquí no hay papeles, ni de los de leer, ni de los de interpretar. Sólo juegan a mover los textos adoptados, entre sus sentimientos y los de quienes las compartimos en nuestras sillas.
No hay un alegato reivindicativo, porque toda esta historia es una demostración de lo que son, de lo que pueden ser, de lo que muchas que ya no están pudieran haber llegado a ser… y aún podrían si se las escuchara sin prejuicios ni discriminaciones, sin violencias ni supremacías. Por eso no es raro que una afirme “nuestro cuerpo nos pertenece, nuestro saber, nuestra voluntad, nuestro porvenir… ¡decimos hoy!”… son mil mujeres proclamando una evidencia de aquello que debiera ser.
Son mujeres que analizan su ser y su entorno en siete apartados, desde el inicio, el dolor de escribir, hablamos de sexo, el amor, los hombres, el abandono y las rivales, para terminar con vivir con alegría. Realmente, el final lo marcará la promesa de una lucha, porque el Venceremos de Quilapayún, adaptado a una realidad tangible como la de la violencia, nos deja el sabor de que realmente “están aquí”, como dice el subtítulo de su propuesta “aquí estamos y parece que nos quedamos”.
Textos menos difundidos, como algunos de Gloria Fuertes, Sylvia Plath, o Ana Rossetti, se entremezclan con otros de Alfonsina Stormi o Violeta Parra (siempre presentes), de Dulce Chacón, o de Sor Juana Inés de la Cruz. Pero tampoco, como decía, faltan pinceladas de Francisco de Quevedo, Max Aub, Félix Luna y Ariel Ramírez, y las profundidades de Lorca y José Agustín Goytisolo.
Pero es tarde-noche de mujeres, y los poemas y canciones, o los textos dramatizados que van discurriendo por la escena se hilan, te encienden y te derraman a la vez que ellas se vierten en su trabajo. Cada una con sus propias maneras, pero todas con una tremenda intensidad, Emi Caínzos, Lucía Esteso, Nini J. Dols y Yolanda Monreal, junto al teclado y la voz de Ani Sun acompañando las transiciones y haciendo su papel de poesía musicada, van creciéndose en el escenario de principio a fin. Me hubiese levantado puño en alto para acompañarlas en ese Venceremos, pero es cierto que era su momento, el de las mujeres, el de la escena, pero también el de la lucha de tod@s: el que debe venir. Gracias.