Julio Castro – La República Cultural
Graciela es psicóloga, y está acosada por el espíritu de Cordelia, una antigua paciente con la que estableció un vínculo transferencial, que no ha quedado resuelto. Si digo, además, que el principal conflicto de Cordelia es la eliminación del limbo por parte del Vaticano, ya sabemos que estamos ante una estupenda y nueva locura de Denise Despeyroux.
La autora, directora y actriz uruguaya nos ha dejado un nuevo episodio que entronca con aquel Díptico del más allá (con La vida no lo es todo, y La muerte es lo de menos), donde un espíritu que no puede vernos, Cordelia (al que presta su carne visible Carmela Lloret), emprende una campaña para el retorno del limbo a las fronteras que debe reestablecer el nuevo papa Francisco (“por su actitud conciliadora y por su argentinidad”, afirma). A través de Graciela (a la que da vida completa Sara Torres), que nos la traduce y trata de reinterpretar, tratará de involucrarnos en sus reivindicaciones.
Todos los detalles del absurdo conducen a un final sorprendente, en el que habrá que decidir quién es el espíritu, quien la cuerda, quién el personaje. Y estas cosas y las anteriores son las típicas del absurdo de Denise, que dibuja unos personajes que trabajan su incomunicación con más incomunicación, su desamor con odio y desprecio, sus momentos trascendentes con indiferencia, desparpajo y comicidad.
Un trabajo que en su estreno se mueve por los diferentes espacios de La Casa de la Portera (en pleno rastro madrileño), y que puede copar nuevos espacios convencionales y no convencionales, mientras sus las esperanzas de sus protagonistas giran entorno a un recuerdo borrado, a un momento que debe regresar para tratar de olvidarlo. Sin memoria y recuerdo no hay posibilidad de curación, porque no cabe el olvido ni el engaño, viene a explicarnos la autora a través de sus dos personajes. Y aquí el recuerdo está en los detalles, en el recorrido y en la memoria de los peces, de un pez llamado Ismael.
De nuevo hemos regresado al mundo mágico sin sentido, que acaba tornándose realidad en escena, con el viaje a “la ningunaparte del limbo”. Y la autora vuelve a mostrar la capacidad de transformar tópicos de psicólogas argentinas, o de muertas de amor, en dualidades donde la comedia camina arrasando la burda realidad de la que cada cual nos nutrimos escondidos en el chiscón de las casas.
Es conveniente entender las metáforas, pero también dejar que corran por los dedos de los textos, que fluyan hasta nuestras mentes y nos hagan reír. Porque estos juegos de Denise no tienen más tremendismo que aquel del que ella misma se ríe, y los personajes le crecen en la creación, así que nuestro personaje que parecía querer ser su antigua Úrsula del Díptico…, finalmente es una Cordelia (poco cuerda aparentemente), y coincidimos en que no podría tener el carácter de aquella, así que queda pendiente rematar aquel en un verdadero Tríptico… o más, que pueda crecer entre el público.
Con el tiempo, y si se le permite, esta obra también crecerá, sus personajes se harán más fuertes, más entramados, más acuciantes entre sí (o con el público), y quizá venzan esa campaña ante la iglesia.
Hablamos de la misma Denise Despeyroux de La Realidad, Terapia, Bienvenido a Girasol, La vida no lo es todo, La muerte es lo de menos, El más querido y El corazón es extraño. En buena parte de sus dramaturgias parece recoger, con mayor o menor claridad, elementos comunes, entorno a los que giran sus personajes y los mundos inventados en los que nos introduce, y que ahora parecen llevar un camino de retorno hacia el punto de partida, desde un limbo que desapareció.