Ramami - La República Cultural
Evidentemente no descubro nada si afirmo que asistimos a un concierto con un marcado carácter femenino. Pero si por esa razón alguien pudiera pensar que pudiera ser flojo, rosa o ñoño…se equivocan. El concierto resultó ser contundente, lleno de fuerza y de gran energía.
La encargada de romper el hielo fue la líder de Gose, Inés Osinaga, que después de tener a sus espaldas ya cinco discos en el mercado poco tienen que demostrar para confirmar su valía a estas alturas, como mucho constatar que siguen ahí y encima aportando cosas nuevas.
Como emblema, estandarte o símbolo de su identidad no podía faltar su trikitixa que ensamblan perfectamente con una música, que muy lejos de ser folklórica, la modernizan, la convierten en bailable y al alcance de cualquier público con ganas de moverse en cualquier pista de baile.
Pero en directo, encima de un escenario, su símbolo de identidad no es solo la trikitixa, se pelea poderosamente con una sonrisa seductora y envolvente de Inés Osinaga. Una sonrisa que contagia optimismo y buenas vibraciones desde el segundo uno que se acerca al micrófono. Con esa mirada y esa expresión te cautiva, te apuntarías para cualquier revolución que te exija, con sólo insinuarte que le saques a bailar. Una guitarra, percusión y ritmos electrónicos y la trikitixa es todo lo que necesitan para arropar una cómplice mirada que te invita a mover todo tu ser.
Y por si alguien se sintió distante, ya se encargó Inés antes de irse a los bises de bajarse del escenario, mezclarse con el público y encararse a los asistentes demostrando tablas y soltura para manejarse en cualquier situación. Ya en los bises, nos dedicó otro "regalito", se desprendió de su inseparable trikitixa y la cambió por una pandereta, que lejos de parecer una canción huérfana de la firma de Gose, nos dio una versión muy prometedora, demostrando versatilidad y recursos.
Una propuesta muy diferente es la que nos plantea Zuloak. Una música más contundente y guerrera. No tardaron en poner a dar saltos al personal. Otra vez no sumaban más de tres las que pisaban el escenario, pero se sobraban para dar al público lo que habían venido a escuchar.
Destaca y llama la atención la potencia que derrochada Úrsula Strong, batería, que viendo como golpeaba a su aliada, dejaba bien claro que mejor estar con ella que en contra. No sería por eso, pero el público enseguida tuvo claro de qué lado se había posicionado, estaba claro, del lado de pasárselo bien.
En el cine, Woody Allen, en La rosa púrpura de El Cairo, sacaba al protagonista de la pantalla y lo convertía en personaje real. La Cubana en el teatro con Cegada de amor, juega con los personajes y los va sacando de una película para que aparezcan en el anfiteatro, o del anfiteatro los va metiendo en la pantalla. Ahora Zuloak lo hace en el mundo de la música. Cualquiera puede ver a unos personajes narrarte una historia en un documental y acto seguido puedes ver a esos personajes encima de un escenario interpretando aquella realidad por lo que han estado luchando en el documental. Fantástico feedback.
Y así es, Zuloak ya es una realidad, parecía un intento de ver qué pasaba, cómo nacía y se desarrollaba el proyecto pero ya ha dejado de serlo para asentarse entre nosotros y adquirir vida propia. Quieren cantar a la gente todo lo que les preocupa en la vida, lo que les rodea y lo que les pasa a sus cuerpos, ellas han elegido este formato, el punk, para gritarlo más alto, para decirlo de forma la forma más directa que conocen, para no andarse con rodeos porque eso, seguramente, sea perder el tiempo. Hablan de sexo, de iglesia, de Dios, del diablo, del aborto. Lo importante e interesante es quejarse y patalear.
Que se calcen unas buenas y resistentes botas porque les espera un duro y largo recorrido por un camino al que han demostrado estar preparadas para recorrerlo.
¡Suerte!