Julio Castro – La República Cultural
Viven juntas y lo comparten todo entre ellas, o casi todo, salvo cuando una de ellas se pierde por el alcohol. Aunque sea difícil de comprender, parece que son hermanas por parte de padre y primas por parte de madre,… o eso dicen. A esta historia hemos venido para ver cómo puede ocurrir, cómo se repiten las historias y de qué manera la vida se divide entre lo trágico y lo cómico.
Es el nuevo trabajo en el que participa Mariano Rochman, en esta ocasión como coautor e intérprete. Lo que parece comenzar como un culebrón, transita al filo de la tragedia y la comedia, para decidirse finalmente por esta última, conservando, sin embargo, los caracteres de ambas, marcados en cada escena.
Dos (Angustias y Dolores Rivas) personajes que se trabajan un nivel cultural medio-bajo, pese a su aparente situación acomodada, integrarán al tercero, un personaje llamado El Potro Estrella, un boxeador que apenas se preocupa por sus peleas, su entrenamiento, y por vivir mínimamente cómodo. Su propia actitud denota la ausencia de implicación y el deseo de evadir cualquier conflicto, como demuestra ante cada “siéntate: vamos a hablar” que le planteen las hermanas, pero finalmente parece que también es el de carácter más inocente y básico del trío… o el más beneficiado con la situación.
Y en este sentido, parece que los personajes han sido bien trabajados a la vez desde el texto y desde la dirección, ya que se van dejando caer elementos y detalles de ese tipo, en los que cada un@ de l@s tres recalca su estatus, sus deseos, sus temores y sus implicaciones.
Finalmente parecen crearse dos planos en una relación a tres, es decir, la de El Potro con cada una de las chicas, y la de las hermanas entre sí. La cuestión consiste en ver cómo se resuelven estos dos planos que, finalmente, se dirigen hacia uno solo.
Entre cambios de escena, Angustias canta fragmentos de canciones, a modo de nostalgia, como el deje de la escena precedente, que hace comenzar de cero en la siguiente, hasta que entra en la acción de lleno y deja de cantar.
Los espacios creados, el salón con la televisión de la que se van desenganchando, para regresar al final, el comedor que es el lugar de encuentro y debate de las cosas serias, y un esbozo de cocina, como una excusa para salir o traer otros elementos, no ocultan todo el resto de los cambios entre personajes, de manera que siempre están en el escenario, y apenas desaparecen para los cambios, pero logran así dar una mayor agilidad a la obra.
Como cuestión curiosa, decir que los nombres de Angustias y Dolores son los mismos que utilizan Les Luthiers en una de sus historias musicadas (la Cantata del adelantado don Rodrígo Díaz de Carreras… incluida en el Mastropiero que nunca), y que supongo que no será coincidencia. Y por otra parte, algo más a señalar, es que la escena última, concuerda con la manera de sorprender de Mariano Rochman en alguna obra suya anterior, aunque desconozco si la idea será suya.
Un montaje divertido, con algunos elementos interesantes, en los que el actor y las actrices se sumergen bien en sus personajes, con una escena final que sorprenderá, porque no se maneja durante el desarrollo.
Además de en trabajos de dirección propia, Carlota Ferrer ha participado en montajes como los de Miguel del Arco (Veraneantes, El inspector), José Luis Gómez o Álex Rigola, sobre todo en trabajos de dirección, mientras que Esther Ortega, aún contando con más apariciones en cine y televisión que en teatro, también participó en Los últimos días de Judas Iscariote, dirigido por Adam Black.
Por su parte, Mariano Rochman en los últimos años ha dirigido y, en algunos casos, participado en el elenco artístico, de varios montajes en Madrid (Pieza inconclusa para sofá y dos cuerpos, Creo en Elvis, Miserias domésticas).
Adriana Roffi, además de participar como ayudante de dirección con Daniel Veronese en trabajos como Los hijos se han dormido y Glengarry Glen Rose, está reciente su dirección en Cuando volveré a verte, con la actriz Nerea Moreno.