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ISSN 2174 - 4092

Quien mate al dragón, de Leif G.W. Persson - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Esta novela sirve para reconciliarme con los suecos. Puede parecer una afirmación muy rotunda pero es completamente cierta. Tras Mankell, incluyo en su generación a Marklund y Nesser, y sus predecesores la novela negra sueca ha pasado por un bache, un abismo negro en el que las ventas crecieron exponencialmente aunque no era el mismo juego. Era otra cosa y se caminaba a toda prisa al fin de unas formas y maneras que cautivaron a todo el mundo. La Suecia del bienestar y el crimen, policías que eran personas normales y que se enfrentaban a tramas de todo tipo. Seriedad en el trabajo, buen desarrollo de las tramas, realidad cotidiana y cierto alejamiento de la gran influencia que tuvo y tiene la novela negra americana. Se olvidaron de todo eso, se centraron en una temática mucho más vendible y dejaron de lado lo principal de las tramas policíacas, es decir que fueran creíbles y que tuvieran suficiente poso para ser capaces de llegar a un amplio espectro de lectores. Nos vino a rescatar un señor llamado Lapidus, con una visión asombrosamente salvaje de Estocolmo y como por ensalmo se sumaron algunos más, un danés Adler-Olsen, un finlandés de nombre complicadísimo y sobre todo el siguiente autor, Persson.

Quien mate al dragón, de Leif G.W. Persson

Ciertas interioridades de la sociedad sueca en la novela negra

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Quien mate al dragón

Portada de la novela de Leif G.W. Persson

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Portada de la novela de Leif G.W. Persson

DATOS RELACIONADOS

Título: Quien mate al dragón
Autor: Leif G.W. Persson
Editorial: Grijalbo (2013)
Páginas: 413
ISBN: 978-84-253-4906-5

Sergio Torrijos – La República Cultural

Esta novela sirve para reconciliarme con los suecos. Puede parecer una afirmación muy rotunda pero es completamente cierta. Tras Mankell, incluyo en su generación a Marklund y Nesser, y sus predecesores la novela negra sueca ha pasado por un bache, un abismo negro en el que las ventas crecieron exponencialmente aunque no era el mismo juego. Era otra cosa y se caminaba a toda prisa al fin de unas formas y maneras que cautivaron a todo el mundo. La Suecia del bienestar y el crimen, policías que eran personas normales y que se enfrentaban a tramas de todo tipo. Seriedad en el trabajo, buen desarrollo de las tramas, realidad cotidiana y cierto alejamiento de la gran influencia que tuvo y tiene la novela negra americana. Se olvidaron de todo eso, se centraron en una temática mucho más vendible y dejaron de lado lo principal de las tramas policíacas, es decir que fueran creíbles y que tuvieran suficiente poso para ser capaces de llegar a un amplio espectro de lectores. Nos vino a rescatar un señor llamado Lapidus, con una visión asombrosamente salvaje de Estocolmo y como por ensalmo se sumaron algunos más, un danés Adler-Olsen, un finlandés de nombre complicadísimo y sobre todo el siguiente autor, Persson.

Ya nos demostró con Otro tiempo, otra vida cuales iban a ser sus obsesiones literarias y nos enseñó que existía otra manera de ver la novela policíaca en Suecia.

Con Quien mate al dragón creo que culmina esa trayectoria, aunque tengo algún conocido que eleva por encima de ésta su obra anterior Linda, como en el asesinato de Linda, aunque claro es una opinión y como todas susceptible de gustos.

Persson nos adentra en su mundo de la mano de su personaje fetiche Evert Bläckström, un tipo peculiar, aunque mejor que lo exponga el propio autor: “Y no fue poco a lo que renunció Bäckström, dado que llevaba un tiempo con la cartera bien provista. Varias botellas de whisky de malta y de vodka sin abrir. Un litro entero de coñac francés que no había tocado siquiera. Casi una caja llena de cerveza checa. Y un montón de botellas de algún culillo más o menos abundante. Naturalmente, ni una gota de vino, porque eso sólo era cosa de maricones y chupanabos, pero no de Bäcktröm, que era un sueco perfectamente normal en su mejor edad. Así como investigador de asesinatos legendario, y la respuesta obvia a los sueños más íntimos de cualquier mujer”.

Le suma a semejante personaje otros de similares características, amantes del alcohol, de gustos no ortodoxos en su vida sexual o simplemente peculiares en su vida diaria. Lo cierto es que más que un grupo de investigación de una comisaría más bien parece una reunión de personas con problemas serios, de esos que residen en la cabeza.

Aparte de ello es absolutamente deliciosa la manera de trabajar del autor, mezclando las acciones con las propias impresiones de los personajes, todos aquí tienen su carácter, su forma de pensar y su pensamiento que se nos expone sin cesar. La realidad vista desde una posición superior y que nos muestra lo que piensan y porqué lo piensan. Aderezado todo esto con un crimen que tienen que resolver, investigaciones paralelas y que nos enseñan ciertas interioridades de la sociedad sueca, en este caso se centra más en el consumo masivo de alcohol que realizan en aquellas latitudes.

La novela es de complejo análisis porque tiene mucho de lo que hablar, desde cierto racismo en la sociedad sueca hasta su propia autocrítica en su modelo, pasando por la vida y milagros de varios policías que tienen la tendencia a intentar sobrevivir con dinero ajeno o la existencia de policías violentos, incluso alguno de color que es racista, amantes del disparo fácil y en general bastante mediocres.

Todo ello muy bien mezclado, perfectamente ensamblado y aderezado con una ironía pasmosa y un descomunal sentido del humor. Personalmente me he reído, a carcajada limpia, en varias ocasiones y no es muy frecuente para los lectores de novela policíaca.

Persson no sólo juega con nosotros, lo cual es todo un gusto, sino que al mismo tiempo nos va aderezando el pastel con una idea que ya apareció en anteriores obras suyas y es esa cualidad muy humana de “la chapuza”, término muy español pero que se traduciría al sueco con el de negligencia que suena mucho más fino. Su interés es dotar de humanidad a los personajes, hacerlos más lógicos, se equivocan, yerran, a veces su propio juicio les hace obviar hechos evidentes, es decir, funcionan como el resto de los humanos que en algún momento hemos cometido algún error en nuestro trabajo. En la obra del escritor sueco esos hechos y maneras son una seña de identidad, junto con la ironía y buenas dosis de humor.

La novela no sólo merece nuestro aplauso sino la recomendación más fervorosa. Hacía tiempo no reía así con una novela y lo ha tenido que provocar un inspector sueco, con problemas con el alcohol y con su peso, con una libido extraordinaria, un ego y una madurez que podría competir con el de cualquier adolescente.

No se lo pierdan es un auténtico soplo de aire fresco.

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