Julio Castro – La República Cultural
El canto del coro de esclavos del Nabucco de Verdi aúna las acciones que ya se esbozaban en los movimientos físicos del elenco en este particular Fuente Ovejuna que versiona AlmaViva Teatro. Se ha creado una tensión inicial a la entrada del público, se ha generado un ambiente en el entorno de esta corrala de vecinos del municipio de Aranjuez.
Estamos en un tórrido verano que la vega del Tajo no alivia especialmente, pero empieza el ambiente caldeado en el patio en que nos encontramos y, por llevar la contra, se empieza a notar una ligera, apenas leve brisa, que deja que nos centremos en los tres actores y dos actrices que van a darlo todo desde su energía, para trasladar. El mismo Tajo que bañó, aguas abajo, una parte del destierro de Lope de Vega en Toledo, cuenta ahora con la puesta al día de una de sus tragedias más célebres, porque es necesario, como nos contaba (veremos por qué) el responsable de esta versión, César Barló, en la presentación del esbozo del proyecto en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares, en La Incubadora, el proyecto que ha permitido investigar esta y otras ideas hace unos meses.
Con aspecto militar, ropa caqui y verde, botas, bombachos y vendas en las muñecas… un brazalete que, aunque nos explican que es de capitán de un equipo deportivo, define y marca el poder en quien lo lleva y recuerda otras historias de nazis, que vienen muy a cuento, pero que no tenían esa intención. Hoy la compañía aprovecha los balcones y patios de las corralas de la antigua ciudad real de Aranjuez, ahora propiedad de sus ciudadan@s, para arengar con su mensaje la lucha del pueblo por el pueblo.
Si la acción es muy interesante, arriesgada, novedosa e, incluso, generosa en su puesta en escena y en la manera de volcar el proyecto, no podemos dejar de mirar al entorno y a la indumentaria. A la sencillez de los medios que, sin embargo, en su elección potencian lo que nos traen.
Un pueblo oprimido, un pueblo vejado en el abuso sobre el cuerpo de Laurencia (Luna Paredes), porque hablar de la época en que se sitúa el original (finales del XV) y el entorno rural (un municipio cordobés), renueva su actualidad en la desgracia del momento actual, en un pueblo que casi ha sido desprovisto de su ciudadanía, para ser súbditos de un poder que no sabemos de dónde mana, pero que no es de nuestras manos.
Tras las primeras acciones que parecen provocar el sentido de agresión en el público, hacia el público, los cuerpos de los personajes van tomando posiciones para introducirse en el argumento de Lope. No andaremos dando vueltas en el argumento, se eligen los diálogos y se centran en la acción principal, no estamos limitándonos a recrearnos en la riqueza del lenguaje, como tampoco se ha ido a los elaborados vestuarios. Pies descalzos o con zapatillas alternan con botas, como el personaje del pueblo lo hace con el militar, con el Comendador (Alberto Gómez).
Y la prueba es que, pasado el momento que centre a los personajes en el texto, Juan Carlos Arráez se sale de esa Fuenteovejuna, para entrar en nuestra Fuente Ovejuna, y aclara: esta obra es el prólogo de todos los otros prólogos, de lo que ustedes han hecho… "el prólogo de la libertad". Vamos a vivir nuestro presente en carne ajena.
El gesto es importante, como el movimiento. Estamos en un espacio relativamente reducido, y el público rodeamos y atenazamos a l@s artistas, de manera que tienen que ajustar todo, pero no se detienen en delicadezas, y pese a todo, nada es azar. Y cuando Frondoso (Sergio Torres), amenaza con su ballesta y es retenido, toma forma de ballesta, y casi se dispara su cuerpo, y si antes no habías percibido otras cosas, irás viendo que todo se carga de simbolismo: el que te llega y el que seguramente les llegará a otr@s. Pero también se encuentra fácilmente en el cambio de personaje de Iria Márquez, que se dobla entre la amistad de Laurencia, en su papel de Pascuala, y su papel en lado opuesto, el del Comendador, haciendo el papel de Cimbranos.
A lo largo del desarrollo, los tiempos vienen y van, se intercalan en el texto y en la acción física, no hay ocasión para perder la intención, así que Lope de Vega se encuentra en medio de la justicia y la plebe, las redes sociales y los teléfonos en un monólogo que habla de la ausencia de esa justicia en el pueblo, del pan y circo judicial en el que la gente juzga a los demás, del veredicto de la turba. Hay menosprecio y ganas de levantarse. Alguien hace estallar cada poco en aplausos, porque hay mucho hartazgo fuera del escenario. Y sí, no viene a cuento ese aplauso, pero sí, a la vez viene a cuento.
No importa, porque cada texto de Lope se responde en Lope, pero cada monólogo lo actualiza y se responden entre cada protagonista de esta puesta en escena, y Laurencia enciende el discurso de entre la virtud y la pobreza: “la gente pobre no tiene virtud”. Y asegura que si fuera un hombre rico, un caballero, sí le gustaría ser virtuoso.
Parezca que estamos sentados dejando discurrir la acción, pero no, porque la violencia contra los campesinos se explica como la que se aplica a los detenidos, justificada para obtener confesión… o por otros motivos, como las “actividades políticas subversivas”. La tortura justificada. Y quienes salimos día sí y día también a las calles, sabemos que esto es ahora, ya, y hace cuarenta años, también.
El elenco utiliza lenguaje y tonos diferentes para entrar en Lope y para entrar en la actualidad, pero también los gestos juegan distinto, las acotaciones al margen de esta obra están a flor de piel. “Nuestro único delirio y deseo no es más que vivir sin miedo”, y más aplausos espontáneos.
Y un monólogo de Laurencia, complicado en el fondo y en la forma, una vez más impide que nos acomodemos en las sillas, mientras el gesto y la mirada de cada uno de los personajes se dirige desde cada punto cardinal de este patio, hacia cada persona del público, fijándose y fijando los ojos, con esas pequeñas acciones, que van creciendo con el discurso, como pudiera ir sumándose una persona a otra frente a una y a otra de cada una de las que nos toca recibir: “si ya tenéis todo perdido ¿a qué esperáis?”.
Desde la violencia que nos ejercen, este Fuente Ovejuna de AlmaViva Teatro nos llama a voces, para no permanecer en la indiferencia, porque nuestra historia, tampoco es así.