David Acera – La República Cultural
En el mercado de Gavirate hay a veces unos hombrecillos que venden de todo, y son tan buenos vendedores que sería difícil encontrar otros mejores.
Un viernes llegó un hombrecillo que vendía cosas raras: el Montblanch, el océano Índico, los mares de la Luna, y era tan buen charlatán que al cabo de una hora sólo le quedaba la ciudad de Estocolmo.
La compró un barbero, a cambio de un corte de pelo con fricción. El barbero colgó entre dos espejos el certificado que decía: Propietario de la ciudad de Estocolmo, y lo mostraba orgulloso a los clientes, respondiendo a cada una de sus preguntas.
- Es una ciudad de Suecia; es más, es la capital…