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Sergio Torrijos – La República Cultural
Es complicado definir o encuadrar la obra de Volpi en un género, no se deja, no es dócil, es más, está concebida de un modo que se aleja de cualquier estereotipo. La idea de usar los mimbres de una obra policíaca para mantener la coherencia interna de la novela se sostiene por poco. Lo esencial es lo que quiere contar o más bien sobre lo que quiere reflexionar el escritor, que no es otra cosa que la atracción humana, intrínseca, por la violencia, lo morboso o la muerte.
La novela arranca con el asesinato de un ministro del gobierno mexicano. A partir de ahí un periodista, Agustín Oropeza, comienza a excavar en el pasado que se intrinca en su propia historia. Dando pie al escritor para reflexionar sobre la historia de México, sus problemas, sus corruptelas o incluso el amarillismo de la prensa. Aprovechando la ocasión para hacer escarnio sobre ella que a su vez incide en lo básico, que es la atracción que todos tenemos sobre ciertos aspectos. El escritor no sólo usa la literatura como expresión artística sino también como arma para denunciar las incoherencias de la sociedad mexicana.
La difusa línea entre atracción y espanto no sólo se circunscribe al sexo o la violencia, sino que incluso se hace una analogía, muy lograda desde mi punto de vista, sobre la imagen de los payasos, capaces de provocar en los más pequeños el más absoluto terror o la incomprensible atracción. Algo que por algún motivo entra dentro de nuestra naturaleza humana al igual que el interés por traspasar los límites sociales y lícitos de quién puede hacerlo. En este punto es muy de destacar la imagen que trasmite Volpi sobre las clases dirigentes de su país, exagerando, sin duda, pero dejando en el aire o mejor aún, jugando con la idea muy extendida de que los poderosos abusan de su poder o que se hayan tan inmiscuidos en él que se consideran por encima incluso de las normas más elementales. Algo que define el autor como caer hasta lo más hondo para a partir de ahí ascender hasta lo más alto.
El mundo que recrea Volpi es carnoso, potente, siniestro por momentos pero muy carnal, muy humano, terriblemente humano o como dijo un escritor afamado fieramente humano. Los aspectos que rodean el mundo que dibuja el escritor mexicano se recrean entre sí por medio de relaciones inverosímiles pero al mismo tiempo creíbles en esa cualidad de inverosimilitud y todo ello aderezado con una prosa de alta calidad. Reflexiva, incisiva y sugerente, sin importar que se retrotraiga o que avance en zigzag, lo importante no es sólo lo que se cuenta sino como se cuenta y eso se percibe en cada línea del texto. Es especialmente potente la parte inicial de la narración o al menos a mí me lo ha parecido, donde se desentraña el meollo principal de la novela.
Será ese estilo del escritor el principal hándicap de la novela en cuanto a su relación con el relato. La línea argumental parece por momentos enmarañada por el hecho de narrar los detalles con fruición, aunque ese hecho se solventa conforme la narración avanza. De todas formas que nadie espere una novela negra en toda regla, más bien es un ejercicio de uso de estructuras negras para un fin considerado mayor. Lo curioso y destacable es la resistencia de la estructura al tráfago que la endosa Volpi.
La obra es de recomendación obligatoria, no sólo por el escritor que lo es y para muchos muy conocido, sino por tocar o por usar otro tipo de relatos a la manera de exploración de territorios nuevos. La obra no sólo se lee con gusto sino que es muy de agradecer para cualquier lector. Se la recomiendo.
