David Acera - La República Cultural
En este valle había un pueblo donde la gente hacía su vida y todo era más o menos normal. Una mañana empezó a llover muy fuerte y no dejó de llover durante una semana. Pasó esa semana y luego otra, y llovía y llovía. La gente andaba preocupada por lo que podría suceder si el tiempo seguía así. Y transcurrió más de un mes de lluvias torrenciales y no tardaron los ríos en desbordarse y el agua fue inundando el valle.
Las personas del pueblo se reunieron en una asamblea al ver que el agua ya casi les llegaba a la altura de las rodillas. Acordaron abandonar el pueblo antes de que lo anegara por completo la crecida y trasladarse a un monte cercano en donde lo anegara por completo la crecida y trasladarse a un monte cercano en donde estarían a salvo. Allí ya decidirían, secos y con más calma, qué hacer.
Pero cuando los vecinos se preparaban para ponerse en marcha, ya con sus principales pertenencias a cuestas, el alcalde del pueblo salió al balcón del ayuntamiento y dijo:
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