Julio Castro – La República Cultural
Un trabajo colectivo, con dramaturgia de Diego Sabanés, a partir del trabajo improvisativo y de investigación del equipo, nos trae una propuesta con punto de vista y final abiertos al público, en el que podremos decidir las cosas que han conducido a la escena inicial de la prisionera encarcelada, a la situación de su presunta amiga, pero también las que llevarán a la conclusión de esta breve historia.
Estamos ante un trabajo de microteatro, como este que dirige Carolina Calema, con Dayana Contreras y Coralia Ríos, que me resulta muy diferente de otras propuestas en las que he visto involucrados ya sea a Carolina o a Diego, en parte por el tema, en parte por la manera de plantearlo, y en definitiva por el resultado de su trabajo, que les lleva a mundos muy diferentes de los anteriores. Una mujer (a la que da vida Dayana Contreras) está prisionera, y recibe una visita, su amiga (en este caso Coralia Ríos) que viene a confortarla con noticias familiares, y a ocuparse de su problema, el contacto con el abogado… Poco a poco iremos descubriendo una parte de esta historia, en la que la prisionera está indefensa, mientras la amiga, involucrada en su mismo caso, pretende rehacer la vida. Sin embargo no todo es tan sencillo, y su propia conciencia acabará por traicionar sus intenciones. Lo más interesante del argumento consiste en preguntarse quién de las dos es la auténtica prisionera, y de ahí, las construcciones posibles del hilo argumental, ya sea adelante o atrás en el tiempo.
Un espacio reducido, casi desnudo, una silla, una mesa, una repisa… permiten desarrollar más la sordidez del caso, porque serán las actrices las responsables de impulsar la fuerza de sus caracteres, o las debilidades de su desencuentro. La cubana toma el papel de presa a la espera de juicio, la argentina es la amiga que viene de la calle. Incluso estas señas de identidad pueden servir para tratar de enmarcar aún más sus personalidades, confiriendo una mayor aridez a la cubana encarcelada, y una cierta frivolidad a la argentina, que parecen jugar también con el signo de sus propios acentos (no sé si casual o no, pero así me resulta).
Contiene momentos de humor y de ironía cercanos al humor, pero en lo esencial es una tragedia que incluye también ciertos pasajes que resalta los absurdos de situaciones parecidas. Además, este estreno sirve para impulsar un nuevo pequeño espacio en Madrid, que quiere ser de opciones múltiples, entre ellas la del teatro en pequeño formato. La época va de eso, de liberarnos de los encierros y reinventar las posibilidades de este mundo cultural que está asfixiado. Mientras unas personas pueden huir, otras prefieren, o no tienen otro remedio que afrontar este encierro.