Julio Castro – La República Cultural
Como si le estuvieran haciendo una entrevista, Cristina Henríquez comienza la presentación de su propuesta, un conjunto de piezas que no tienen más conexión entre sí, que la propia coreógrafa. Ella responde a lo que se ha preguntado, desde el título hasta la motivación que ha tenido para llevarlo a cabo. Es normal, si espera a que alguno del público le cuestione las intenciones en directo, tendríamos un incómodo silencio: somos así, como público crítico o curioso, en este país, un desastre, y bastante que en algunos casos hay participación.
Lo digo porque, precisamente, una de las piezas es voluntariamente participativa. En ella basta con salir y pasear mientras Cristina canta el This is how I feel, de la Imbruglia con un micrófono y se mueve por el escenario entre la gente. Hablo de Video Estar, la cuarta pieza de esta colección de danza performática.
Siempre encuentro humor, ironía y el punto justo de crítica en el aderezo de las propuestas de esta coreógrafa, y siempre me sorprende la diversidad que puede encontrar para hacer nuevos montajes, porque de hecho, esta idea unipersonal no tiene nada que ver con lo último que vi hace unos meses, Transfórmate (una historia de la danza contemporánea, con un elenco bastante variado).
Aquí tampoco falta ese sentido de las proporciones, solo que van cambiando entre pieza y pieza. En Ellos no se mueven nos topamos con una parodia a partir de un video musical de fondo, en el que los personajes son lo suficientemente patéticos como para que sea difícil moverse menos que la protagonista.
La del microondas, pues eso, una pieza que ya se ha quedado con este nombre. Aquí nos da vueltas y vueltas al ritmo del microondas que preparan unas palomitas, mientras se engancha una y otra vez con aquella de Vainica Doble, de “Siempre que vuelves a casa…”. Y mientras la sintonía que fue de aquel programa de cocina Con las manos en la masa, va avanzando, nada más lejos de cocinar que una bolsa de palomitas para microondas: rompiendo costumbres y roles sobre un suelo de danza.
A través de Fokina nos traerá una parodia de esa especie de bailarinas/princesas Disney, solo que aquí no reparten flores a lo largo y ancho del escenario. Creo que es una de las ideas más completas, pero me quedo con Gatitos en una cesta, en la que tiene colaboración de otras dos personas que conocen la coreografía (van cambiando cada vez que tiene funciones): una pieza sencilla, divertida, con encanto y con gracia.
Si queremos crítica de nuevo, nos hemos dejado Peso decisivo, con ese problema tabú de la báscula y los cuerpos “perfectamente algo” de nuestra sociedad. Seguramente es la más trabajada, y lleva ya tiempo con ella. Pero antes hemos pasado por Protégeme, en la que una mujer fatal, estilo Marilyn en Con faldas y a lo loco, canta I wanna be loved by you, o más bien lo hace sonar con un kazoo que, por momentos utiliza como si fumara, para acabar pidiendo “protégeme”, cosa que, desde luego, no necesita en absoluto.
El recorrido es muy variado y divertido, incluyendo a Una no, que, mejor verlo para comprenderlo. Por si faltara poco, un sorteo completa el juego: una persona entre quienes asisten, puede ganar una pieza otro día, en privado, bis a bis, acordando momento y lugar (siempre que se llegue a un acuerdo del cómo y el cuándo, y no se incomode a la artista), así que esta es la última puesta en escena.
Seguro que veremos a Cristina en muchos sitios con estos trabajos.