Julio Castro – La República Cultural
El paso del tiempo y el cambio de las cosas, la constante transición en la vida, es lo que rige la línea de este trabajo que nos presentan, con raíces en el Fernando Pessoa de O marinheiro.
A partir de un texto enlazado entre cinco actrices, el drama del autor luso que él señala como estático y de un solo acto, da lugar a una conversación a modo de coro de voces que intercambian añoranzas entre sí, a veces como un coro, que la actriz central (Cachito Noguera) trata de mediar, de incitar o de parar, como pivotando sobre ella el núcleo del texto. A un lado Patricia Almohalla y Silvina Rodríguez, al otro Coral Igualador y Belén Zaba, es como una lucha dialéctica en la que, realmente, todas hacen el discurso de Pessoa, y se rectifican entre ellas, y también cada una a sí misma. Tras el primer plano estático de las mujeres tejiendo redes, Catalina Salom pasea en semipenumbra, como un fantasma que sobrevuela la escena y que cada tanto interviene con un fado.
Como el cuadro de Pessoa está previsto para tres mujeres más la joven de blanco, entre las cinco conforman un coro de tres, dando mayor profundidad al texto. Es de noche y hay como un retazo de luna, nos dice el autor, que aquí se transforma en penumbra alimentada por una luz de hogar apagándose, y el fondo un retazo blanco azulado de noche para la voz de la fadista.
El nombre del fado tiene la raíz en hado, y por tanto en decir y en destino, por eso la tristeza de aquello que no se puede cambiar, del futuro ya dicho en forma de porvenir irrenunciable, así que ellas insisten en “no hablar del pasado”, porque no tiene importancia lo que pasó, ni la añoranza de lo que fue, tan sólo es así. Pero se preguntan el por qué y la razón de las cosas “En qué pensaba… en el pasado de la maravillosa gente que nunca existió… A los pies de mi madre corría un arroyo… ¿Por qué correría? ¿y por qué no correría más lejos o cerca?… ¿Hay alguna razón para que cualquier cosa sea lo que es? ¿Hay para eso alguna razón verdadera y real como mis manos?…” (“em que pensava… no passado de gente maravilhosa que nunca existiu… Ao pé da casa de minha mãe corria um riacho… Por que é que correria, e por que é que não correria mais longe, ou mais perto?… Há alguma razão para qualquer cousa ser o que é? Há para isso qualquer razão verdadeira e real como as minhas mãos?…”).
A cada momento surge la figura del marinero, del que van configurando a trazos su historia, un náufrago en una isla, que en su soledad sueña un patria que construye piedra a piedra, pero en su sueño escapa a sí mismo, porque se cansa de soñar lo que no tiene. En un momento dado, el sueño se tornará real y la realidad sueño, o bien es sueño dentro del sueño, porque al ir a buscar al protagonista a su isla, ha partido. Están tratando la manera en que la fuerza de la palabra vuelve reales los sueños.
Tras todo ello, una añoranza de lo que no se tiene, reflejado en lo que nos ofrece el presente, casi nos lleva al mítico viaje de Kavafis, pero en un sentido muy diferente, el que nos obliga a pensar que otras cosas existen cuando se las añora, y las que tienes cercanas no son suficiente, conduciéndote al viaje y al conocimiento “sólo el mar de otras tierras es bello. Aquel que vemos, siempre nos produce la nostalgia de aquel que nunca veremos…” (“Só o mar das outras terras é que é belo. Aquele que nós vemos dá-nos sempre saudades daquele que não veremos nunca…”).
El del autor y el que nos ofrece esta adaptación que dirige María Fernanda Laudicina, es un texto profundo, desde luego para amantes de Pessoa, pero también para profundizar en el “yo” de cada cual, en lo que se tiene y en lo que es el presente y el futuro que no debe condicionar lo pasado. Entre tanto, Las hilanderas no dejan de cardar lana, hilar y tejer redes para mostrar la parte de un proceso del que no miramos su origen en el pasado, y que no tiene final, porque siempre puede seguir creciendo. Un juego para un autor a caballo entre dos siglos, que mira hacia el nuevo XX, sin poder abandonar del todo las raíces en la añoranza del pasado XIX, con un toque que siempre abarca algo de lo mágico o de lo posible dentro del imposible.
“Sonhava de um marinheiro que se houvesse perdido numa ilha longínqua. Nessa ilha havia palmeiras hirtas, poucas, e aves vagas passavam por elas… Não vi se alguma vez pousavam…”