Ramami - La República Cultural
A pesar de la promoción realizada en distintos medios, la sala se encuentra medio vacía cuando los teloneros de Mungia, Belako, sale al escenario. Este jovencísimo cuarteto no ha parado de subir escalones desde que Arantza, profesora de la facultad de Bellas Artes apostara por ellos hace ya dos años. Ha ganado varios premios locales pero últimamente empieza a ser un grupo envidiado. Ha pasado de tocar en garitos a ser telonero primero de Elvis Costello en Jazzaldia, posteriormente ha acompañado a Crystal Fighters y ahora de Shout Out Louds. Oportunidades no le están faltando. Aunque a estos chicos aún les quedan muchos detalles por depurar encima de un escenario, seguro que sabrán aprovechar estos eventos y les servirán de aprendizaje para coger tablas y mejorar su saber estar en un futuro muy cercano.
Tras los vascos y con la sala ya llena, llegaron los suecos Shout Out Louds. Venían para presentarnos su último trabajo, Óptica. Y con él a confirmarnos (seguro que ellos lo tienen claro hace muchísimo tiempo) que no queda ni rastro de aquella alargada sombra que les dejó The Cure, la cual parece haberles perseguido desde sus inicios. A partir de su anterior trabajo, Work, brillaron con luz propia enseñándonos su verdadera personalidad. Ahora, con la perspectiva del tiempo y aplicando una mirada retrospectiva se puede saborear la evolución y los cambios que su carrera musical ha ido sufriendo. Ellos mismos son conscientes de que si quieren seguir creciendo como grupo deben seguir investigando y probando nuevos sonidos y nuevas tendencias. Lo asombroso de estas investigaciones e innovaciones que imprimen en cada nueva publicación son los espectaculares resultados que consiguen. Con algún que otro altibajo pero en definitiva discos equilibrados, completos, sin deshechos ni sobras. En ocasiones es difícil discernir o elegir la peor de un disco porque no hay una mala, ni una de relleno. Son frescos e imaginativos.
La profesionalidad de Adam Olenius y los suyos la demostraron sabiendo sobreponerse encima del escenario a las dificultades que las puntuales circunstancias les fueron presentando. Empezando porque la banda no llega al completo en su formato original. A la ya acostumbrada ausencia en esta gira del baterista Eric Edman se le unió la ausencia del bajista Ted Malmros. No hubo nostalgia por ellos pues sus sustitutos supieron estar más que a la altura consiguiendo que sus faltas pasasen totalmente desapercibidas. Un segundo hándicap a superar fueron los iniciales problemas de sonido que su técnico, aunque los mejoró, no consiguió solventar en todo el concierto impidiéndonos disfrutar de la limpieza y pureza a la que nos tienen acostumbrados en otras ocasiones. Y por último estaba el problema del disfrute visual. Seguramente el uso del humo artificial y el juego de luces del fondo del escenario crean fases muy efectistas, necesarias para ciertos momentos del espectáculo, pero su abuso solo genera cierta crispación entre los asistentes porque al final terminas intuyendo y no viendo a quienes en realidad has venido a ver y no solo a escuchar. Así por ejemplo, solo pudimos ver con claridad meridiana a Bebban Stenborg cuando en el último tema del concierto abandonó sus teclados y se bajó a primera línea del escenario a hacer compañía más cercana a Adam. Hasta ese instante sólo fue una blanca silueta en el horizonte esperando a resurgir tras la desaparición de la niebla.
Pues a pesar de todos estos impedimentos Shout out Louds nos hizo disfrutar de un concierto exquisito, dentro de los cánones esperados y con la pulcritud que les caracteriza. Eso sí, no dejaron espacio ni para las sorpresas ni para las improvisaciones, si exceptuamos el final del mismo.
El concierto lo abren con Sugar, primer azucarillo para ir abriendo boca a la que seguirían Fall hard, Walking in your footsteps y Your parents livingroom. El público disfrutaba pero aún se mantenía expectante. Hubo que esperar a la llegada de Normandie y The Comeback para reactivar al respetable. El concierto iba en curva claramente ascendente consiguiendo su cénit con Impossible, con la que consigue la implicación total dejando que sea el público el que coree su estribillo. Punto álgido que no abandonan hasta llegar a Tonight I have to leave it, en la que Adam coge del suelo una pantalla de leds, se la eleva por encima de la cabeza y cual foco cenital manual se ilumina de arriba abajo, se baja del escenario y provoca la locura al mezclarse entre el público. Momento en el que los móviles se despiden de su lugar de reposo e intentan captar el instante más especial de la noche. Con ella terminan la primera parte dejando al público en el punto justo de máxima exaltación y excitación. Los bises corren a cargo de la potentísima Walls y la vitoreada y alegre Please, please, please, en la que Adam se sube encima del bombo de la batería o al menos eso intuimos ya que las luces del fondo se iluminan a la máxima potencia y lejos de conseguir dibujar una sugerente silueta consigue deslumbrar la galería cegando gran parte de la platea. Los bises resultan insuficientes, por lo que el público no deja de pedir una y otra vez que vuelvan a salir. Hacía tiempo que no se veía que un grupo se desviase del guión establecido. Los bises han dejado hace tiempo de ser sorpresa ya que todos los grupos los llevan preparados e incluidos en su set list, por lo que se agradece que de vez en cuando la petición popular haga su efecto de verdad. Vuelven sólo Adam Olenius y Carl Von Arbin con sendas guitarras colgadas de sus cuellos para tocar Go sadness y poner el colofón final a un conciso pero intenso concierto.
La set list elegida se antoja un poco exigua o al menos se hizo muy corta. Un repertorio compuesto de únicamente catorce temas. Parodiando la terminología futbolística, se suele decir que cada uno llevamos un entrenador dentro y por tanto cada uno haríamos una alineación diferente. Pues aquí nos pasa lo mismo. Seguro que cada uno confeccionaríamos una set list diferente, pero a pesar de eso hay ciertos jugadores a los cuales nunca dejaríamos en el banquillo. Sólo cinco de esos catorce temas pertenecían a Óptica, teniendo en cuenta que es el trabajo que vienen a presentar se me antojan una elección un poco reducida y más si las que se quedan en el banquillo son Blue ice o Hermila. Pero ya puestos a echar de menos y como preferencias personales, lógicamente, nunca prescindiría de 1999, Shut your eyes o South America. Claro que otros dirían y por qué no Moon, Time left for love, Illusions, There’s nothing y otras tantas que bien podrían por derecho propio y por calidad ser incluidas en sus espectáculos.
Lo que habrá que pedirles, encarecidamente, es que sus conciertos excedan las dos horas de duración, aún a sabiendas de que la extensión temporal es psicológicamente relativa y que por mucho que lo alarguen, nos seguirán pareciendo incompletos.