Julio Castro – La República Cultural
“Una flor que nace de la tierra: fuerte pero indomable”, seguramente, con estos términos, Antonio Velasco logra describir de la mejor manera a la profesión artística que le envuelve, al igual que a otros miles de personas. Y es que si Toño Velasco no hubiera escrito esta sencilla obra, habría que encargársela encarecidamente a él, a Ginés o a Mon Hermosa, que me da a mí que vendría a ser igual.
Porque entre juego y fuego, el actor vuelca la pasión que sólo un teatrista puede comprender, y emociona al público venga de donde venga. Pero para ser sincero, creo que aquí los teatreros jugarán con ventaja por cercanía. Y estamos de nuevo en lo que intercambiaba hace unas semanas con José Pedro Carrión: teatristas y teatreros, que son quienes componen los cimientos de este extraño mundo de las artes escénicas teatrales.
En la más ciega herencia de los cómicos de la legua, nuestro actor se transmuta en Ginés, que viene a entretenernos mientras el actor principal, que tendría que haberse encontrado con el público, se demora. Como no sabe lo que debería de hacer, nuestro Ginés hace lo que debe… y mucho más, es decir, entretener, engatusar al público durante algo más de una hora, desvelar su vida y su pasado familiar e introducirnos en un teatro que rara vez se vive de tan cerca.
Es importante haberse dado cuenta de que el secundario del espectáculo (en este caso “Soldado 3”), habla mucho mejor de carencias, esfuerzo y sacrificio, pero también de lucha, sumisión y explotación. Porque sufre y ejerce, así que ya está bien de escucharlo de boca de protagonistas… sólo que esto le puede convertir en uno de ellos.
Antonio inventará personajes, hablará de San Ginés como patrón de los actores, de una familia de larga tradición de cómicos de Béjar, pero pasará por la historia más lejana y más reciente de la lucha teatral, desde la época del francés rey Enrique y su lucha por salvar los cojones del santo, hasta la huelga del teatro del ’75, o la actual lucha contra los impuestos injustos y el ministerio de cultura.
“El teatro deja de ser arte cuando se convierte en negocio”, asegura para criticar los términos mercantilistas que se han asentado en tantos lugares. Pero también hay que comer, viene a aclarar a continuación.
Lo que parece un inicio casual se va convirtiendo en un recorrido por el teatro por la vida de Ginés, y son numerosas las perlas que va dejando a lo largo de este recorrido. Habrá de todo, ¡incluso cabaret con cuerpo de baile y coro! Pero todo estalla al llegar a la Ítaca de Kavafis, como símil del camino del actor en la vida. No, no caerá en el recitado del poema, sino en su interpretación fragmentada en sus distintas facetas, y yo, que sólo me la sé en catalán gracias al arte de otro discreto ser (este de la música y la poesía), agradezco que le dé su propio giro antes que reinterpretar al insigne griego.
Lo que nos regalan Antonio Velasco y Fran Calvo se corresponde con una explosión de sentimientos del sentimiento, de regalarnos el significado de miles de vidas, de acercarnos a rozar lo inexpresable de la profesión que, desde los orígenes del ser humano, seguramente más ha recogido, transmitido y transformado de nuestra historia, porque tienen significado hacia el pasado y proyección hacia el futuro.
No creo que quienes hacen un trabajo similar lleguen a ser nunca olvidados, como sugiere este Ginés en su apartado del sacrificio, sino que el reconocimiento ha tardado en llegar y se está demorando demasiado en ser justo, pero tengo certeza de que os llegará.