Julio Castro – La República Cultural
“Cuando estoy mal, le canto al trabajo, a la hipoteca […] qué me cuentas de la solidaridad, si yo cantando me aguanto, que se jodan los demás”, y entre música, y textos más o menos cómicos, se va revelando un argumento en el que lo absurdo parece su contenido, cuando en realidad lo encontramos en el objeto de sus críticas.
Claro, visto de esta manera, es normal encontrar a un dinosaurio en el escenario, que nos habla de cómo dominaron el mundo durante muchos más milenios que la humanidad, cuando ahora venimos a creernos el centro del universo. En realidad no se extinguieron, están entre nosotros… ¿disimulando? ¿Podría pasar desapercibido algo tan grande como un dinosaurio en nuestra sociedad? Pues ocurre cada día, porque los dinosaurios de nuestra sociedad ancestral (la más reciente y la anterior), residen en sus viejas mansiones, manejan sus emporios de siempre, deciden la moneda que nos servirá de cambio y… el dinosaurio siempre gana. ¡Ah!, era la banca, bueno, pues eso, lo que prefieras.
En medio de este jolgorio de increíbles historias, Sonia de Rojas, Antonio Nieves y Guillermo Dorda se van transformando en seres absurdos, que subrayan la idea de dogmas sociales en los que creemos sin más motivo que el borreguismo de masas, y que nos conducen a conclusiones vitales más erróneas que las de sus preceptos.
Entre toda esta parafernalia de vida, el trabajo mecánico sin poder analizar la finalidad o el motivo, nos recuerda lo que ya denunciara Chaplin en Tiempos modernos, la inmersión en una dictadura disfrazada de guía benevolente de nuestras necesidades, desde la que alguien trata de controlar nuestra producción, pero también nuestras relaciones, nuestros pensamientos, nuestras intenciones…
De esta manera distintos esquemas y parámetros confluirán en diferentes momentos de historias, cada cual con modelos diferentes y originales, como las dos lavadoras que corren peligro de ser reemplazadas y arrinconadas tras su vida de trabajo, porque hay un nuevo producto, a las que el señor de la casa habla en verso como si se tratara de una obra de teatro clásico que coloca a este personaje por encima de ellas. O el Doctor Ángel, que te genera las dudas vitales para poder venderte sus propias respuestas “¿existe la muerte después de la muerte?”, y es que el control de tu vida se alarga con el control tras tu muerte.
Tele Ovejuna, el Destripador del Barrio, el superviviente del holocausto nuclear… Pero finalmente, de lo que se trata es de “romper la cadena”, las normas, las costumbres, los dichos y los mandamientos.
Divertida, irreverente, con una potente facción musical en su interior, pero a la vez con partes delicadas en su contenido, entre las que hay que recibir las imágenes que contrastan con el resto de los textos. Con un elenco muy adecuado para este trabajo, porque incorpora el trabajo físico de Sonia en formato de danza además de su habitual resultado teatral, pero también equilibra el humor y la ironía de Guillermo y Antonio, con sus voces en directo.
Quizá el final pueda ser algo extraño y atropellado para mí, pero el conjunto del trabajo merece la pena verlo y rodarlo por las salas, porque es una divertida manera de mirarnos y de pasar un buen rato teatral y musical.