Julio Castro – La República Cultural
Todo puede comenzar construyendo el espacio, el lugar donde hacer la vida, donde pasar el día, donde transcurre el trabajo y los momentos con los compañeros. Eso es lo que hacen Jesús Muñoz y Álex Cantó, salvo que el planteamiento no es el de limitarse a hacer un trabajo, sino que van más allá al implicarnos en su idea, en sus cuestiones, en las dudas que nos asalta a tod@s.
La cuestión es hacerlo de una manera interesante y divertida. Y en eso, desde luego, tienen experiencia.
A través de ellos el público puede pasar por el debate de dónde están los límites entre el trabajo y la vida. “Hay quien vive para trabajar y hay quien trabaja para vivir”, lo dicen, pero también lo cuentan en el programa de mano que fabrican en directo durante el espectáculo “Y hay quien vive, como Fermín Jiménez”. La idea de crear a un personaje, mitificarlo y admirar su manera de vivir, es una forma de idealizar aquello que en realidad queremos hacer cada cual. Si se quiere, en cierto modo es una terapia por medio de la cual sacaremos a flote nuestros deseos ocultos, puestos en la boca, las manos y el cuerpo de otro ser.
Pero la realidad es que aprender a vivir no es sencillo, y que no hay recetas ni pasados los años, así que, El Pont Flotant ha creado a su Fermín Jiménez, con el que logran capturar al público, ponerlo en medio de la escena y hacer que sus historias nos hagan soñar.
El formato guarda el estilo de la compañía, con un desarrollo que se ejecuta en tono de naturalidad, de manera que consiguen una conversación normal y fluida, ya sea entre ellos, ya sea más dirigida al público, pero parece más un debate de conocidos que teatro, hasta que eres consciente de cómo pueden conducirte hacia el lugar en que están ellos. De la misma manera que comienzan construyendo un suelo de tarima para seguir creciendo, el argumento construye una realidad en la que caeremos seguro, aunque no haya engaño ninguno, más que la necesidad de estar dentro del debate y el planteamiento. En cierto modo eso es Fermín Jiménez, lo que queremos, lo que necesitamos ser, lo que se nos ofrece en la vida no, sino lo que aprovechamos de aquello que podemos tomar de la misma.
No sólo juegan con la poética del texto, con la música en directo, o con la construcción de este universo por el que transitamos, sino que las claves están en cada paso, medido y calculado. Quiero decir, que no engañan a nadie, han hecho una escaleta, que controlan y señalan varias veces, para que el público comprenda que no estamos en una impro, pero que tampoco necesitan más que de su experiencia para ejecutar el estupendo trabajo que nos ofrecen.
Digo poética y digo dureza, porque entre textos como el que se refiere a “lo que me han enseñado”, o afirmaciones/reflexiones como “Ganarse la vida ¡como si la vida no fuera nuestra!”, te cuelan entre humor y no, algunas críticas a las tonterías que hacemos cada poco en el trabajo “en serio, admiro a la gente que va a trabajar enferma”… o la extorsión a la que nos sometemos en esta sociedad de borregos.
Así que sí, la poética del texto es evidente y hermosa, pero es la poética de un texto dinámico que siempre está presente. Juegan a la evidencia de las cosas que se pierden entre la desaparición de la libertad. Hay espacio para el absurdo y para que este te haga preguntarte si realmente ese absurdo es algo ajeno, o somos nosotros.
En cuanto al entorno que crean, hay mucho de aquello que se llevará el inconsciente del público, pero a lo que merece la pena echar un vistazo. Y es que igual que parece al comienzo que el espacio va a ser desnudo, incluso plano, mientras se va construyendo de principio a fin, ocurre algo similar con los elementos físicos y con la iluminación, todo ello parece escondido, y no aparece hasta que vemos que pasajes como los del texto son luminosos, mientras la música country/blues recibe y agradece el oscuro, creando espacios de acción muy especiales en los que se vuelve todo más íntimo o más explosivo según la intención, en tanto que a partir de un cierto momento, los contraluces nos devuelven esa acción a nuestro interior, mientras todo va ocurriendo en el escenario.
Tendríamos mucho en que pensar, hay todo un trayecto que ver y con el que divertirse, como el de la vida. De nuevo El Pont Flotatnt en la brecha, con un texto crítico y positivo, que no esconde nada de lo que hay que mostrar, sólo propone ponerse a caminar, porque si no anhelamos a nuestro Fermín Jiménez y tratamos de serlo, no hay nada que hacer.