Julio Castro – La República Cultural
Laura y Sara regresan al refugio 20 años después del día en que Begoña se ahogó en el río, y van a realizar un homenaje después de una misa que se ha celebrado en el pueblo. Allí sigue viviendo Sara, aunque las amigas no han vuelto a encontrarse después de aquel suceso, ya que tanto Laura como Andrea se marcharon a vivir a la ciudad, con apenas quince años.
El ritual parte de lo que Begoña dijo que quería, lo que Sara recuerda, o lo que han inventado con el tiempo “si me caso la primera…, si muero la primera…” todo lo que la amiga ponía como condición. Pronto llegará la primera sorpresa: la aparición de la tercera en discordia.
Esta dramaturgia de Leticia Pascual parte de la idea de las tres actrices del reparto. Aunque no se trata tanto de la intriga o el misterio, como de los retazos humanos de las protagonistas, María García de Oteyza ha sabido darle un cierto toque a la necesidad de indagar en los personajes, en sus relaciones, en la manera en que han discurrido los 20 años que separan el origen de este día, respecto de aquello en que las tres mujeres vivas se han convertido. Entre ellas encontraremos el miedo a lo mágico, el miedo a lo espiritual, el miedo a la realidad, que se reparte entre ellas de manera más o menos equilibrada, aunque toma distintas formas en cada una.
Todas quieren lo que no pueden tener, pero siempre parece girar entorno a la difunta Begoña, porque cada una idealizó a la amiga mediante conceptos que no eran tan reales. La idea de la “verdad” a trazos, esa que nadie conoce por completo por sí solo, o la que cada uno construye en su propia realidad a fin de tener respuestas, es el motor principal de la acción de la obra y aquello que crea las relaciones de amor y rechazo entre todas.
El carácter de Andrea (Ángela Villar), que quiere ser la fuerte e independiente, a fin de cubrir sus carencias, el de Laura (Leticia Pascual), que tiene todos los miedos del mundo, cuando es la que se dedica a luchar contra ellos, o la manera envolvente con que Sara (Sandra Almendros) trata y conduce a las otras dos en esta historia, en tanto que la suya está por construir en satisfacciones que no parecen poder llegar, son las tres piezas principales del trasfondo del argumento. A partir de ahí se erige una historia común que, como digo, permanece oculta, que parece de antiguo juego de Cluedo, y que no deja clara la dirección en la que se conduce el hilo, hasta que nos encaminan hacia los últimos minutos, haciendo un paralelismo de la acción en la penumbra que rige buena parte de los momentos del argumento. Todo esto favorece que podamos aprovechar para estudiar a cada uno de sus personajes y cómo se desarrollan sus relaciones a lo largo de la obra, el análisis de la culpa y de los sentimientos que conducen a asumir los errores y los riesgos ajenos como propios. También en ese sentido, parece que el propio título de la obra y el concepto del lugar de protección, que acaba siendo la caja de Pandora donde se guarda lo peor de los recuerdos, puede dar una visión diferente del texto.
Un formato muy diferente de la anterior dirección de María García de Oteyza (Dos Ninas para un Chéjov), tanto por el concepto, como por la forma en que discurre. Si la anterior hundía las manos hasta el codo en la esencia del teatro, esta se dirige más al estilo cinematográfico, con personajes tratados más como secuencias en su arquitectura, para darles otro dinamismo en cuanto a su realidad, y agilizar la historia que nos cuentan. En este sentido, el concepto de este formato es muy clásico dentro del teatro contemporáneo, de manera que las piezas se van organizando y asentando para pasar al siguiente nivel, de manera que es lineal en cuanto al conjunto del recorrido, aunque las trayectorias de las tres se genere por separado entorno a la gran laguna que es el espacio temporal de esas dos décadas.
También es cierto que, en cuanto a las tres actrices (una de ellas la dramaturga), provienen de un entorno más vinculado a la cámara que a las tablas. Me refiero a Letizia Pascual y a Sandra Almendros, porque aunque de ellas dos no conozco en directo otros trabajos, en el caso de lo poco que he visto de Ángela Villar, sí me consta que es una actriz todo terreno, que puede dar un buen papel en la pantalla grande y en el escenario. Pero todo unido un poco, parece que el toque cinematográfico ha tenido algo de su peso inevitable en este trabajo, divertido e interesante, de donde podemos extraer distintos puntos de vista.