Julio Castro – La República Cultural
Todo puede tener distintos puntos de vista, y cualquier historia puede volver a comenzar para desarrollarse de una forma diferente. En cierto modo, el final de Learning to fly nos deja la propuesta en el aire, para que cada cual se proponga mirar las relaciones (no sólo entre ambos personajes, sino con aquellos que no están en escena), y decidir cuál es la realidad que hay, y cuál es la que queremos ver.
Es lo que sugiere este micro trabajo de Esther Santos Tello, al que dan vida Anitta Rock y Rosa Torres. Se da la casualidad de que Anitta está embarazadísima, y el juego para la puesta en escena ha sido mucho mayor, lo que permite jugar con márgenes más auténticos, pero también sugiere a la “codirectora” aproximarse a otra idea, en cuanto que también es la autora del texto. Digo lo de “codirectora”, porque en origen el director ha sido Ignasi Vidal, que planteó los primeros pasos del trabajo, pero lo cierto es que finalmente ha sido ella la responsable del estreno.
Los personajes entrelazan su amistad, pero algo puede interponerse en ella, y son sus relaciones con un tercero. No sabemos hasta donde es cierto lo que imagina Flavia en su delirio de borrachera, o lo que Teresa oculta realmente detrás de su sincera amistad y preocupación, pero esto queda al espectador, porque se puede profundizar en otra parte de la historia: cómo es realmente cada una en su relación individual consigo misma.
La idea es sin duda divertida, y tiene su punto inteligente, pero busco más que entretenimiento en el teatro, y aquí podía estar, pero la compresión y el ahorro en el resultado (así se plantean casi siempre los “micro” en Madrid), deja en el aire lo que pudo ser más.
Buenas actrices en un trabajo sugerente. Dicho lo cual, vuelvo a lo de siempre, y sigo insistiendo en que el microteatro no tiene que ser una salida a las ideas teatrales, como alternativa a la falta de espacios o de oportunidades, y es que el desarrollo de propuestas de este tipo pueden encontrar un resultado mucho mayor si se trabajan, se extienden y se hacen de principio a fin sin ahorrar nada: ni ideas, ni texto.
Que sí, que me lo paso bien, que me gusta lo que hacen, y que entiendo la necesidad de la autora de proponer llevarlo de esta manera a la escena, y que el público de teatro, que no acude habitualmente, tendrá el placer de pasar un buen rato, pero desde mi punto de vista, lo que pudo ser más, se quedó en menos.
Entre tanto, no obstante, hay algo más que entretenimiento en esta puesta en escena, pero creo que merecerá la pena dejar los experimentos en miniatura y arriesgar en serio, y si no, vayan a verlo (lo digo en serio). Yo, espero a la autora en un trabajo completamente desarrollado, que seguro que vendrá.