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Fantasmas del desierto, de Guillermo Orsi - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

“Son jóvenes, además. Y yo, la sombra de un duro que, en el final de su última aventura y en un breve parpadeo de la mirada asesina del mundo, no pudo contener el llanto” así es el protagonista de la novela, Pablo Martelli, alias Gotán. Un tipo leal como un perro pues en el fondo es un sabueso de la vieja escuela. Ex policía de Argentina que un buen día decidió dejar el cargo por, y esa sería toda una tesis doctoral, miedo a convertirse en algo que no le gustaría o por miedo a no tener principios o por tenerlos, quién lo sabe, ni el mismo es capaz de aclararnos el particular.

Fantasmas del desierto, de Guillermo Orsi

Una buena mezcolanza agitada, revuelta y sazonada con un toque porteño

Fantasmas del desierto
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Fantasmas del desierto

Portada de la novela de Guillermo Orsi.

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Fantasmas del desierto

Portada de la novela de Guillermo Orsi.

DATOS RELACIONADOS

Título: Fantasmas del desierto
Autor: Guillermo Orsi
Editorial: Almuzara (2014)
Páginas: 310
ISBN: 978-84-15828-85-3

Sergio Torrijos – La República Cultural

Son jóvenes, además. Y yo, la sombra de un duro que, en el final de su última aventura y en un breve parpadeo de la mirada asesina del mundo, no pudo contener el llanto” así es el protagonista de la novela, Pablo Martelli, alias Gotán. Un tipo leal como un perro pues en el fondo es un sabueso de la vieja escuela. Ex policía de Argentina que un buen día decidió dejar el cargo por, y esa sería toda una tesis doctoral, miedo a convertirse en algo que no le gustaría o por miedo a no tener principios o por tenerlos, quién lo sabe, ni el mismo es capaz de aclararnos el particular.

La dictadura en el país austral, un período particularmente oscuro, que ahora, se comienza a novelar y el territorio es verdaderamente amplio, como bien se puede ver a continuación: “Lugares en los que depositar la mierda, es cierto. Lugares en los que interrogar sin curiosos, sin rendir cuentas, centros de interrogación y tortura de los que nadie salga con vida. No quieren sobrevivientes, los yanquis. Aprendieron de la experiencia argentina, somos sus maestros, fijate vos, con lo que nos gusta que nos reconozcan algo, esos yonis hijos de puta”.

Argentina, argentinos e historia, pasado y presente de un país repleto de tipos que hablan a su manera y que también escriben a su manera. Uno de los grandes méritos de la novela es esa salvaje libertad literaria. Hay algún momento en que parece que emplea otro idioma, plagado de giros locales, singulares, pero que al final, con un poco de paciencia se llega a llevar a buen puerto. En la mayoría de las ocasiones la mezcla consigue cargar de sabor momentos insípidos, sirva como ejemplo: “Soy un cana dado de baja y mal podría especular con reivindicaciones en esta vida ni en la otra y, cuando muera, no habrá salva de disparos al aire para despedirme. A lo sumo habrá uno y será el de gracia”.

La argentinitad, como decía un conocido cantante, elevada literariamente. Particular y aguerrida y al mismo tiempo profundamente vital. Heredera de una herencia literaria brillante porque aquí existe una buena mezcolanza, Borges con Martín, Hammet con Ellroy, todo ello mezclado, agitado, revuelto y sazonado con un toque porteño con regusto a chimichurri: “No es mi caso. Soy porteño, nací en una ciudad que nadie abandona nunca aunque se mude a Tokio o a Canberra”.

Y otro de los elementos muy porteños es la ironía, que también casa y se confabula con lo más clásico de la novela policial. Ironía desde el primer momento, desde la idea propia de la novela, desde cualquier punto de vista y como arma más afilada. Durante todo el texto se usa, siendo un canto irónico sobre lo que es la realidad de aquel país y del mundo, por poner un ejemplo que nos afecta particularmente: “—Que te sientes, cabrón—traduce, y subraya con un empujón que me derrumba sobre el piso, uno de los zombis que creí privado del don de la palabra. Tiene acento español, lo mismo que el interrogador: como sucedió en la Argentina, el paro en España recicla y obliga a emigra a mucha mano de obra cualificada”.

El argumento, la trama, tiene cierta importancia aunque tampoco es vital.

Gotán es contratado para resolver un asesinato de una niña sin que exista una especial intención de averiguar nada. Su contratante un poderoso hombre de negocios y junto con una bella mujer intentará resolver el encargo que goza de mil vericuetos.

Lo importante es la historia, las impresiones de Gotán y del escritor sobre la realidad que nos rodea.

La trama se difumina, pierde fuelle, es confusa porque no es tomada como punto de referencia, no es necesaria para lograr una novela negra, bastante negra, y de una cualidad incuestionable. Es apuesta arriesgada aunque avalada por la calidad literaria de Guillermo Orsi, para afrontarla hay que hacerlo sin complejos, con calma y pensando que todo es un juego, en especial este hecho, a veces delirante, de juntar letras. La obra es de grata lectura, divertida, con momentos francamente buenos. Cuesta un poco la lectura por el lenguaje empleado, al menos para nosotros que no controlamos la jerga porteña, pero con una mínima paciencia ese hecho se vence con facilidad.

Por último y tras recomendarla encarecidamente cerramos con otro fragmento que tiene sarcasmos en buenas proporciones: “No soy lector, odio a la literatura. Me enseñaron a odiarla en la escuela de policía cuando un profesor insistía en que todo escritor de policiales es un asesino frustrado pero que no renuncia a realizar en la vida real los crímenes que imagina”.

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