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Bohumil Hrabal: la desmitificación del héroe - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

El pasado marzo se cumplieron cien años del nacimiento de Bohumil Hrabal*. Acerca de este autor venido al mundo en Brno el mismo año en que se iniciaba la Gran Guerra, escribió Claudio Magris que “opuso a la tiranía y planificación de la existencia la fuga de la fantasía”, una fuga radical que a nuestro autor le llevó a ser el cronista de la “Praga de oro”. Esta vieja Praga ya había sido inventada por la literatura anterior, habiendo adquirido su identidad por medio de un fúnebre humorismo, además de por la afición a lo fantástico y lo grotesco, todo lo cual vendría a constituir una corriente que se inició en Kafka y cuyos descendientes fueron Hrabal y ese otro maestro de la narrativa checa que fue Ladislav Fuks. “La obra de Hrabal encarna poderosamente ese vigor locuaz y vagabundo de la literatura praguense, la cual tiene por objeto obsesivo su propia tradición”, escribió Magris, él mismo gran divulgador en nuestras lenguas latinas de esta fecunda tradición literaria que fue creada a orillas del Moldava a lo largo del siglo XX. Dicha corriente fluvial y narrativa, de la que también formaron parte Gustav Meyrink, el ya mencionado aquí Alfred Kubin, y Jaroslav Hašek, apela al lector para seducirle con “el gusto provocativo de la gracia y la fanfarronería, el sentimiento fugitivo de la irrealidad cotidiana”.

Bohumil Hrabal: la desmitificación del héroe

Un repaso a su obra traducida

Trenes rigurosamente vigilados
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Trenes rigurosamente vigilados

Portada del libro de Bohumil Hrabal.

Tierno bárbaro
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Tierno bárbaro

Portada del libro de Bohumil Hrabal.

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José Ramón Martín Largo – La República Cultural

El pasado marzo se cumplieron cien años del nacimiento de Bohumil Hrabal*. Acerca de este autor venido al mundo en Brno el mismo año en que se iniciaba la Gran Guerra, escribió Claudio Magris que “opuso a la tiranía y planificación de la existencia la fuga de la fantasía”, una fuga radical que a nuestro autor le llevó a ser el cronista de la “Praga de oro”. Esta vieja Praga ya había sido inventada por la literatura anterior, habiendo adquirido su identidad por medio de un fúnebre humorismo, además de por la afición a lo fantástico y lo grotesco, todo lo cual vendría a constituir una corriente que se inició en Kafka y cuyos descendientes fueron Hrabal y ese otro maestro de la narrativa checa que fue Ladislav Fuks.

La obra de Hrabal encarna poderosamente ese vigor locuaz y vagabundo de la literatura praguense, la cual tiene por objeto obsesivo su propia tradición”, escribió Magris, él mismo gran divulgador en nuestras lenguas latinas de esta fecunda tradición literaria que fue creada a orillas del Moldava a lo largo del siglo XX. Dicha corriente fluvial y narrativa, de la que también formaron parte Gustav Meyrink, el ya mencionado aquí Alfred Kubin, y Jaroslav Hašek, apela al lector para seducirle con “el gusto provocativo de la gracia y la fanfarronería, el sentimiento fugitivo de la irrealidad cotidiana”. En la desmesura de la alegría de vivir, en los decorados y situaciones surrealistas, en el manierismo de una Praga moldeada por los estereotipos literarios, en el abuso de lo grotesco y de los fuegos artificiales, y, en suma, “en la inclinación por la extravagancia”, detectaba Magris los límites de la narrativa de Hrabal, abandonada en ocasiones “al capricho de la diversión y de la fantasmagoría de lo excéntrico”. Hrabal no contradijo esta opinión. Muy al contrario la cultivó, extendiéndola hasta su persona, que fue convertida con frecuencia en el tema principal de sus obras, y haciendo que la épica disparatada de sus personajes alcanzara al propio Hrabal. En su producción, sin embargo, hay algo más que el mito del que quiso envolverse a sí mismo.

El de Hrabal fue un tiempo difícil de vivir y comprender, tiempo que abarca dos guerras mundiales, un intento autónomo de construcción del socialismo que aplastaron los tanques en la Primavera de Praga, la caída de la URSS y la división de Checoslovaquia, ya al final de su vida. Ciertamente el jolgorio y la extravagancia dan el tono a la mirada que Hrabal dirige a ese tiempo tan necesitado de humor, un humor guasón del que ya participaba el valeroso e inolvidable soldado Švejk y que a Hrabal, en la novela Bodas en casa, le permite presentarse a sí mismo escribiendo su interminable primera novela encaramado a los tejados de su casa en Libeň, en “el Muelle de la Eternidad”, y haciéndolo torrencialmente, de un modo que no nos cuesta imaginar, olvidando las comas, los acentos y los sombreritos de la lengua checa. En la misma novela, narrada en primera persona por su mujer, aparecen también algunos de sus amigos, entre ellos el poeta y músico Karel Marysko, así como Vladimír Boudník, artista gráfico y creador del “explosionismo”, a quien se debe el desarrollo de toda una gama de técnicas innovadoras en el campo del grabado. Pues bien, no es extraño que muchas de las escenas que Hrabal comparte con estos personajes terminen por convertirse en auténticas performances ni que muchas de ellas, descritas con una precisión que es signo distintivo de su obra, adquieran la forma de aquellos happenings que hacían furor en la época de las últimas vanguardias, en los años sesenta y setenta. Un toque de esa vanguardia, dicho sea de paso, está presente en la relación que los personajes establecen con los objetos en todas sus novelas: objetos casi siempre molestos, misteriosos, cuya razón para existir y encontrarse en medio del camino parece obedecer a algo más que su simple sentido utilitario.

En Yo serví al rey de Inglaterra la humillación de la que es víctima el camarero protagonista, el cual ha dejado caer el contenido de su bandeja sobre una cliente que además resulta ser su novia, se salda con un happening en el que ella, la novia, vierte sobre su cuerpo solemnemente todo lo que encuentra en el comedor, a fin de avergonzar al maître que ha reprendido a su novio. Este tipo de situaciones recurrentes, dotadas de una variada escenografía, son las que en Hrabal manifiestan el paso de la realidad convencional a un nuevo ámbito en el que prevalece lo disparatado, y por tanto la risa, pero una risa que es deudora de la de los grandes cómicos del cine mudo y en la que hay siempre un rasgo patético o conmovedor. Risa tragicómica, pues, que suele constituir un ejercicio de solidaridad con el débil frente a una autoridad tan indiscutible como, de pronto, ridiculizada.

Esta virtud visual de la prosa de Hrabal, inscrita por lo demás en una fraseología en apariencia descuidada y a veces vehemente, es sin duda la que ha facilitado la adaptación de varios de sus relatos al lenguaje cinematográfico, de lo que son prueba Trenes rigurosamente vigilados (1966) y Yo serví al rey de Inglaterra (2006), films dirigidos por Jirí Menzel.

Ese jolgorio del que hablábamos, y el ambiente tabernario que le corresponde, pues no pocas de las historias que componen las obras de Hrabal parecen llegar hasta nosotros desde lo profundo de una taberna en la que se transmiten leyendas en forma de relato oral, no impiden que sus narraciones estén magníficamente estructuradas, lo que contradice el mito, alimentado por el propio autor, de su desorden literario. Pero no es esta la única desmitificación a la que asistimos cuando profundizamos en las historias de Hrabal y en la manera en que nos las cuenta.

Y es que este maestro del gag literario no elude ninguno de los llamados grandes temas de la vida, todos ellos observados, narrados y a menudo satirizados por su propia experiencia. Así, es constante la alusión al desgarro producido por la segunda guerra mundial, un desgarro especialmente trágico en su tierra, en la que tradicionalmente habían convivido las comunidades alemana y eslava. No son pocos, en los relatos de Hrabal que se remontan a la postguerra, los personajes de ascendencia alemana que siguen convencidos “de que Hitler tenía razón”, lo que les convertía en virtualmente inadaptables a la nueva república. Hrabal conocía muy bien este trauma étnico y político, pues personajes así los había en la familia de su esposa, ella misma de origen alemán. Igualmente, los acontecimientos de la capital checa en la primavera de 1968 también están presentes en sus páginas, lo que da pie, en Bodas en casa, a una escena vivida personalmente por Hrabal, para entonces ya un autor reconocido en su país, y que en esos días había recibido la visita de otro huésped con un creciente prestigio literario: Heinrich Böll.

Mención aparte merece el último capítulo de Yo serví al rey de Inglaterra, novela humorística que cuenta las andanzas de un camarero que sueña con el ascenso social y con la posesión de un hotel de lujo. Después de muchas aventuras, incluyendo un tiempo de servicio en un hotel regido por las SS dedicado a la Lebensborn, un programa de apareamiento selectivo para la cría de ejemplares de la raza aria, el camarero logra hacer realidad su sueño, y convertido en pequeño magnate hotelero es enviado a un campo de reeducación, donde, acabada la guerra, convive con otros propietarios cuyas posesiones han sido confiscadas por la nueva república. A su salida del campo, el personaje es reenviado a un lugar remoto como peón caminero, de lo que resulta una transformación espiritual que hará del ex camarero y ex magnate de la hostelería una especie de nuevo Robinson preocupado por la ecología y por el retorno a unas pautas de vida sencillas, ajenas a los ilusorios atractivos del progreso. Únicamente este capítulo bastaría para situar a Hrabal a la cabeza de los autores de su tiempo, y ello en un contexto a años luz del cliché que él mismo contribuyó a crearse como autor festivo y estrafalario. A esa vena trascendente, en cierto modo, pertenece Caín, relato de 1949 incluido en el volumen Leyendas y romances de ciego que viene a ser un tratado acerca del suicidio.

Como autor, pues, Hrabal se superó a sí mismo. Poseía de hecho una variedad de registros y de argumentos que acaso se fueron reduciendo con el tiempo, en beneficio de la imagen que sus muchos lectores de dentro y de fuera de la República Checa tenían de él. La literatura, según escribió en alguna ocasión, era precisamente su forma de defenderse del suicidio, como también lo eran el agua, el fuego y la bebida, esa bebida de la que abusó tanto como de su forma grotesca de ver el mundo, la cual se forjó en sus primeros tiempos, cuando fue agente de seguros, ferroviario y obrero de una acería, trabajos que abandonó para dedicarse, tardíamente, a la escritura. “Estoy tan contento de vivir, de existir, que enseguida que veo algo bonito, me caso con ello, me enamoro no sólo de las personas, sino también de las cosas, del trabajo, ¡uf!, ¡cuánta alegría me ha proporcionado cada trabajo que he hecho a lo largo de mi vida!”, escribió. Pero, a la vez que disfrutaba de un modo pantagruélico de la vida, a este parlanchín “le encantaba”, según afirmó, “estar donde no debía estar, perderse en sus ensueños, que era su otra manera de estar en otra parte”.

A su propio estilo se refirió Hrabal alguna vez como una “lectura en diagonal”, y en otra ocasión lo definió como el “estilo Leica”, pues “me esfuerzo en captar a las personas en los momentos cumbre de sus situaciones narrativas”, igual que hacen los fotógrafos con sus instantáneas. Ese estilo, como suele suceder con los grandes narradores, es inconfundible no obstante estar compuesto de una multiplicidad de voces y relatos colectivos, oídos y vividos en la “Praga de oro” y allí donde, como decía el camarero que no sirvió al rey de Inglaterra, sino al de Abisinia, “lo increíble se volvía realidad”.


* En el Matadero de Madrid puede verse hasta septiembre la exposición Bohumil Hrabal, 1914-1997. Los frutos amargos del jardín de las delicias, organizada por la Casa del Lector y el Centro Checo de Madrid.

DATOS RELACIONADOS

Algunas novelas de Bohumil Hrabal disponibles en castellano:

Título: Trenes rigurosamente vigilados
Traducción: Fernando de Valenzuela
Editorial: El Aleph
Primera edición: 2012
Formato: 21 x 14 cm. 124 páginas
ISBN: 978-84-15325-56-7

Título: Yo serví al rey de Inglaterra
Traducción: Monika Zgustová
Editorial: Galaxia Gutenberg
Primera edición: 2011
Formato: 21 x 13 cm. 224 páginas
ISBN: 978-84-8109-951-5

Título: Tierno bárbaro
Traducción: Kepa Huarte
Editorial: Galaxia Gutenberg
Primera edición: 2014
Formato: 21 x 13 cm. 128 páginas
ISBN: 978-84-15472-55-1

Título: Bodas en casa
Traducción: Monika Zgustová
Editorial: El Aleph
Primera edición: 2012
Formato: 22 x 14 cm. 384 páginas
ISBN: 978-84-15325-07-9

En conmemoración de su centenario, la editorial Galaxia Gutenberg ha publicado una biografía de Hrabal:

Título: Los frutos amargos del jardín de las delicias
Autor: Monika Zgustová
Editorial: Galaxia Gutenberg
Primera edición: 2014
Formato: 21 x 13 cm. 418 páginas
ISBN: 978-84-15863-95-3

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