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ISSN 2174 - 4092

Oigo sirenas en la calle, de Adrian Mckinty - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

“Sobre el estuario volaban a baja altura helicópteros del ejército, en el condado de Down gemían sirenas y a lo lejos sonaban las detonaciones sordas de morteros u otros explosivos. La ciudad estaba bajo una manta de humo de chimeneas y como siempre el cámara la rodaba en ocho milímetros blanco y negro. Aquello era Belfast en el decimocuarto año de la sucia guerra civil que conocíamos eufemísticamente como Los Disturbios”. Esto, a modo de aperitivo, es lo primero que nos muestra McKinty, un escenario que roza lo apocalíptico. Cierto que no es el primer caso, otras novelas policíacas se han interesado por mostrarnos una realidad violenta y cruel, pero sin duda lo que nos ofrece este autor es algo nuevo y no sólo por ser una mirada directa sobre un conflicto civil que todavía pervive. Recuerdo que el Rebus de Rankin citaba, a modo de pasada, el servicio del inspector en el Ulster, aunque claro era un ligerísimo matiz. Lo que la novela nos muestra es una inmersión profunda en la realidad de aquellos parajes.

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Oigo sirenas en la calle, de Adrian Mckinty

Una realidad cruel

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Oigo sirenas en la calle

Portada de la novela de Adrian Mckinty.

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Oigo sirenas en la calle

Portada de la novela de Adrian Mckinty.

DATOS RELACIONADOS

Título original: I hear the sirens in the street Oigo sirenas en la calle
Autor: Adrian Mckinty
Traductor: Fernando González Fernández-Corugedo
Editorial: Alianza Editorial (2014)
Páginas: 462
ISBN: 978-84-206-8381-2

Sergio Torrijos – La República Cultural

Sobre el estuario volaban a baja altura helicópteros del ejército, en el condado de Down gemían sirenas y a lo lejos sonaban las detonaciones sordas de morteros u otros explosivos. La ciudad estaba bajo una manta de humo de chimeneas y como siempre el cámara la rodaba en ocho milímetros blanco y negro. Aquello era Belfast en el decimocuarto año de la sucia guerra civil que conocíamos eufemísticamente como Los Disturbios”. Esto, a modo de aperitivo, es lo primero que nos muestra McKinty, un escenario que roza lo apocalíptico. Cierto que no es el primer caso, otras novelas policíacas se han interesado por mostrarnos una realidad violenta y cruel, pero sin duda lo que nos ofrece este autor es algo nuevo y no sólo por ser una mirada directa sobre un conflicto civil que todavía pervive. Recuerdo que el Rebus de Rankin citaba, a modo de pasada, el servicio del inspector en el Ulster, aunque claro era un ligerísimo matiz. Lo que la novela nos muestra es una inmersión profunda en la realidad de aquellos parajes.

Atentados, los policías como víctimas y también verdugos, grupos armados, militares por todas partes, bombas de todo tipo, encerronas, emboscadas y sobre todo la labor policial que se ve entorpecida por semejante escenario de violencia.

Pero aunque exista violencia hay un caso criminal que es lo que arranca la trama de la novela. Se encuentra un torso humano, congelado y con una pequeña pista con la que ir tirando, un tatuaje incompleto. A partir de ahí el nombre del propietario del cuerpo y eso conllevará que la trama policíaca tome cierto brío, a manos del inspector Sean Duffy. Un tipo peculiar, con una buena cantidad de matices que le hacen resaltar con el entorno. A lo largo de la novela irá evolucionando tendiendo a situarse en un punto más clásico desde el punto de vista de los policías más literarios. Esa evolución será muy acusada y nos indica que el autor es muy intuitivo.

Aunque exista un entorno de violencia brutal la labor policial no se detiene y se nos va mostrando, de manera muy bien administrada, la realidad de cada día que viven los policías, como por ejemplo: “— Oíd, muchachos, voy a poner el nombre y el teléfono del psiquiatra de la división en el tablón de anuncios. Os sugiero que les digáis a todos que se procuren sus servicios. La botella no es la solución —dijo terminándose su whisky doble con cerveza”.

Y al mismo tiempo nos va mostrando la realidad social del Ulster, ya que no existe género mejor que el policiaco para tal fin “Nunca había visto a una persona negra en Carrickfergus, y en nuestro contexto era de lo más sorprendente. Debido al conflicto en Irlanda del Norte, no había virtualmente inmigración. Quiero decir, ¿por qué iba a emigrar nadie a una zona de guerra con muy mal clima, mala gente, mala comida y un desempleo astronómico? Carrickfergus era tan complejo y diverso étnicamente como un mitin conjunto del Ku klux klan y el partido nazi”.

Aparte de lo mostrado la novela tiene una facilidad asombrosa para arrastrarnos en su lectura. Se nota, meridianamente, que el autor tiene una gran influencia de los clásicos americanos, con ese ritmo bestial y esa forma de contar las cosas, yendo siempre al meollo de la cuestión, a lo que interesa, dejando de lado partes más accesorias. El autor renuncia, conscientemente, a otro tipo de narración, en su caso, se percibe que se esfuerza por conseguir que la obra tenga un ritmo rápido y que el lector entre en lo que él considera importante.

Esta ha sido una lectura sumamente grata. Algo nuevo, potente, divertido y que ni siquiera sospechas como terminará. Una muy buena novela policíaca y además con ese toque de novedad que nos muestra un lugar idílico para el desarrollo de una novela de este corte, es decir, un lugar donde hasta los niños tienen muy claro que calibre gasta cada arma.

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