Julio Castro – La República Cultural
Cuatro personajes, separados en escena, cada uno tiene un discurso de danza, mientras, solapadamente, una retahíla de tópicos desbarata o desenmascara la prepotencia del sistema mediante voces en off. Actúan en su espacio, en la luz que les enfoca, y cada cual se centra en una cuestión, aunque todas hablan de injusticia y de abusos de poder, o de evidente desprecio hacia la sociedad más modesta o necesitada.
Pero también sugiere las causas de esos miedos humanos dentro del propio sistema, como “el miedo a vivir, el miedo a morir, a la mujer sin miedo”. En ocasiones sentencia: “la justicia existe porque nunca juzga a los poderosos”. Son letanías continuas, que abarcan a cada individuo, pero que en ocasiones se solapan mientras la acción de cada intérprete se une a la anterior, desde su espacio, siempre desde su espacio acotado.
El planteamiento parte de tres textos, dos de Eduardo Galeano, y otro de Fernando Birri, falsamente atribuido (ya históricamente) al anterior. Sea como sea es interesante la transposición de estos textos a la escena de la Danza Contemporánea, y más tal y como se propone en este trabajo creado por Carmen Fumero y Amaia Pardo.
Por tener presentes los textos:
“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se aleja diez pasos más allá. ¿Entonces, para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar” (Fernando Birri)
“¿Qué tal si deliramos por un ratito? ¿Qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible?” (Eduardo Galeano)
“Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan. Ese lugar es mañana (Eduardo Galeano)”.
Además de sus creadoras, Miguel Ballabriga y Vanessa Sanabria comparten la acción en el escenario. Y si la primera parte se desarrolla en formato de solos, pasamos a la unión, a la suma de gentes que se encuentran o tratan de hacerlo, que se tantean y no logran coincidir a la primera, o a la segunda, pero que pronto estarán de acuerdo o, al menos cercanas.
La idea es vencer el miedo al otro y, una vez iniciada la conexión, los dúos llaman a tríos, hasta que todos los personajes son una masa sin perder su identidad.
La unión del colectivo cobra el significado de figuras sin rostro, que intencionadamente se esconde y se vuelve hacia dentro del abrazo común, de ese gesto que, probablemente, tiene mucho que ver con El libro de los abrazos, del mismo Galeano. Sin embargo, la unión no supone un concepto eterno, y el ser humano tiende a preservar su propio espacio que, lamentablemente, acabará en lucha y aislamiento.
Estamos ante un proceso tremendamente simbólico, un espejo al que mirar y mejorarse, dentro de un trabajo que combina los desarrollos individuales con la evolución de los cuerpos en estrecho contacto. También se juega con una propuesta de luces interesante que favorece de forma ágil el cambio y unas transiciones físicas en el espacio desnudo.
Y el Nudo , de Alba González Herrera
Junto a la pieza anterior se presentó en el Festival Miradas al Cuerpo 2014 otro trabajo que ya viene rodado por Alba González Herrera. Un solo breve que nos habla de ataduras, que trabaja en sentido literal, en la lucha de un cuerpo con una soga. Si la primera parte discurre al sincopado ritmo del ragtime, la liberación tras la lucha física conduce a un recorrido de balada más country con guitarra y voces.
Si el esfuerzo conduce a la liberación, a su protagonista no le basta con esto, sino que parece tratar del castigo sobre el elemento que la ha aprisionado. Sin embargo, todo acaba en regresar a la cuerda para mostrar o para exponerla y que se ofrece a otros como un elemento diferente, desnudo y libre de ataduras.
Un trabajo breve pero intenso, además de una idea divertida e interesante.