Julio Castro – La República Cultural
Parece que estamos en un tiempo de introspección (algún@s, que otros están siempre en modo centrifugación y venta), y lo digo por algunos montajes que encuentro, como este texto de Nacho del Valle que ha dirigido Manuel Gancedo, donde se utiliza el proceso deconstructivo de los personajes para conducir al público hacia el punto de análisis y… sálvese quien pueda. Lo hacen en tono de humor, especialmente porque enfrentan al filósofo, el personaje de Nacho del Valle, con el idiota, que corresponde al personaje de Noé Denia.
La obra pretende equiparar estructuras sociales, porque al final todo funciona igual o similar, así que el poder dentro del manicomio se establece también a través de mecanismos conocidos: la estructuras de poder controlan la institución, mientras los pacientes lo asumen. Eso no significa que renuncien a huir, pero una cosa es tener esa esperanza, y otra muy distinta cuando se trata de afrontar la realidad delante de los ojos.
“La violencia es la segunda mejor herramienta para perpetuar el sistema”, afirma la mente que parece más lúcida (y perversa) de las dos, mientras en el patio de la institución se produce un motín sangriento de los enfermos más violentos contra los guardianes. “La primera es la apatía”, aclara a continuación, porque es donde dirige realmente su discurso: a la “idiotización” de las masas.
Una habitación, una cama, una reja en la ventana: todo es blanco, los barrotes, el vestuario, todo quiere parecer limpio e inocente, pero en realidad cualquier resquicio es llamativo, y estos aparecen a través del texto, de sus palabras, de sus ojos…
No se limitan a denunciar y debatir el control directo, otras cuestiones críticas aparecen de pasada, como si fueran ajenas, y ese es el caso de las hipotecas y los bancos: “a los locos ya no nos dan hipotecas, porque ya no se fían de cualquiera”. La religión también pasa por escena, como no podía ser de otra manera en un sistema de control.
El dúo ejerce esta dualidad mental del ser humano, analiza, se idiotiza para no conocer sus consecuencias, pero no deja de necesitar volver a analizar para conocer su propia situación en el mundo.
Es un trabajo interesante el que nos propone la compañía. Tal vez un poco demasiado explicativo en un momento dado, pero en general es bien recibido por el público. Un público que a veces no tiene ganas de reírse de ciertas cosas, pero que a veces no le queda más remedio que hacerlo, no tanto como válvula de escape, sino como forma de almacenar la rabia que les ha generado esta situación a la que se le conduce.
Sólo falta la respuesta: poner al loco en un lado y al cuerdo en otra, para saber qué estamos haciendo. Y ahí, creo, es hacia donde quieren conducirnos con esta propuesta.