Julio Castro – La República Cultural
En el silencio abrumador de la sala, la mirada, brumosa y empañada, se me quedó prendida de la tela de una pequeña banderita tricolor al fondo de un balde, casi a mis pies. Es un minuto eterno el de este silencio poblado con el que acompañamos el final de la obra, mientras Alberto García, que nunca podrá contener la emotividad de este trabajo, se rehace un poco entre el homenaje a los que ya no están.
Es la remembranza del entorno del exilio el que reúne este texto creado por el propio Alberto, que traza el recorrido completo desde la II República hasta el exilio de los refugiados en México. Como siempre, hay que señalar que el texto es arriesgado, como lo es la puesta en escena, y que la intensidad que le impone a su trabajo desde la creación hasta ahora, es acorde al contenido, al tema que se trata, al merecido homenaje y a lo que un público, más o menos conocedor de las tragedias de nuestro pueblo, debe recibir.
Hace más de 17 años, Alberto García decide hacer un trabajo para homenajear a quienes le trajeron al mundo en México, pese a sus orígenes, tema del cual hablará más tarde en otra obra adicional (Quiere cantar su alegría). Para ello reúne textos poéticos y, seleccionando adecuadamente los fragmentos de los poetas del exilio o de los que quedaron en el camino, compone un texto único y continuo, que se monta como escenas secuenciales de una historia que pasará por las luchas, la pérdida de libertades, la pérdida de vidas, múltiples represiones, el exilio a Francia y el buque Sinaia como símbolo de la necesidad de embarcarse a un mundo mejor. El título de la obra lo toma del poema Entre España y México, de Pedro Garfias.
Si ya es una obra en sí misma la composición del texto, la puesta en escena es en conjunto una performance donde predominará la danza (como no podía ser de otra forma viniendo de su autor), junto a la acción teatral, ya sea física o de texto. Para el desarrollo jugará con numerosos elementos, todos ellos llenos de simbolismo más que meras herramientas, de manera que algunos serán más evidentes, como el caso de las banderas, en tanto que otros acompañan el espacio, como las bombillas en referencia al bombardeo de Guernica.
La historia con motivos
Aunque muchas veces asistimos a producciones muy justificadas que homenajean a la II República o a las víctimas del golpe de estado fascista, no hay aquí ni un ápice de oportunismo, porque estamos ante un “niño del Colegio Madrid”, como él dice, un “madridista”, que es como se llamaban en México a los chavales que estudiaban en el colegio donde hijos e hijas del exilio habrían de forjar una imagen diferente de su país, recibiendo una educación en un sistema especial, de calidad y con mayores exigencias, pero que también les iría marcando un carácter diferente al de su entorno natural geográfico. Alberto comienza a ser consciente de la lejanía de su España cuando empieza la desaparición del régimen dictatorial de Franco y, hoy día, ya son casi dos décadas de estar en este país que compartimos. “Yace tu tierra más allá del agua. / Nunca tus ojos volverán a verla”, dice precisamente José Moreno Villa, que, efectivamente, no podría volver a verla.
Hijo y nieto de exiliad@s republican@s, su madre nace justo al final de la guerra y deben partir todos hacia Francia. Es obvio que una buena parte del exilio continuó siendo núcleo combativo que buscaba cambiar las cosas para poder regresar con la cabeza bien alta, y que much@s aún siguen haciéndolo.
Un recorrido por la geografía
Desde Antonio Machado (que no pudo salir de la marginación de Argelès al pasar a Francia), le nace a Alberto el centro de Andalucía “Mi Sevilla infantil, ¡tan sevillana! / ¡Cuál muerde el tiempo tu memoria en vano! / ¡Tan nuestra! Aviva tu recuerdo, hermano. / No sabemos de quién va a ser mañana”. Una ciudad tomada por el miserable Queipo, como también asesinaría Málaga y Granada.
Y claro, vienen Alberti y el recuerdo de García Lorca, “Yo te busco por Sierra Nevada. / Se sabía / en donde te mataron, / en donde te dejaron, / amigo, amigo mío. / ‘Que el crimen fue en Granada, / en tu Granada.’ / Cantemos la Internacional / y ese triste Himno de Riego / porque: ‘Il pleut / -pardon- / sur mon coeur’”, que se agarra a citar a Machado.
Pero el trayecto no sólo pasa por Cataluña, Euskadi, Asturias o Galicia, sino que aborda la política internacional, los apoyos o la falta de ellos, y el agradecimiento a las Brigadas Internacionales.
Uno tras otro de los puntos y los personajes, se irá calzando literalmente en sus zapatos, que más tarde serán la larga hilera de español@s al destierro.
Y León Felipe es un cristo encajonado y con espinas, que declara que el pueblo está solo “Y habrá que irse a otro planeta / con esta mercancía inútil aquí, / con esta mercancía ibérica y quijotesca. / ¡Vamos a la muerte! […] Ya no hay más que una estrella, / Una sola, SOLA, y ROJA, sí, / pero de sangre y en la frente”. Mientras que alguien del pueblo, con boina y maleta de cartón lleva consigo el verbo de Miguel Hernández “Tiempo que se queda atrás / decididamente negro, / indeleblemente rojo”, claro, quién más cercano.
El escenario en el corazón
Es cierto, creo que los motivos del autor para embarcarse en esta creación escénica están a la vista, pero también es cierto que el escenario venía de serie en el corazón, y por eso es capaz de ponerle la fuerza que le imprime a su trabajo que, finalmente, acaba por volvérsele como un ser que lo devora al terminar.
No hay fronteras entre el texto, la acción física, el argumento y el público, de manera que en ese continuo en que hace partícipes a los presentes de saber que están allí y explicarles por qué han venido. También es inevitable pasar por los momentos sorpresa o humor, pero, especialmente, los de la emoción que te atan la historia.
Se da una paradoja, y es que en un artículo publicado en la revista Red Escénica (nº 2, de diciembre de 2014), hablaba yo acerca de su trayectoria, porque sabía de esta pieza pese a no haberla visto, había leído una breve reseña sobre la misma, y lo que puede encontrarse en videos de Internet, pero no confiaba ya en tener ocasión de conocerla. Apenas cuatro semanas más tarde sería el propio Alberto el que me anunciaba dos pases de la misma para que la conociera. Porque a veces la suerte y la intención caminan de la mano.
Y si comenzaba este artículo por el instante final de la pieza, terminaré citando una frase con la que el autor declara sus intenciones al público al comenzar, diciendo que pretende que su trabajo sea “como la brizna de polvo que a veces se mete en el ojo”. Sabe muy bien lo que hace.